Costas, la Verde y las varitas mágicas

El fútbol boliviano, como la vida misma, necesita fijar conceptos desde la infancia y priorizar los esfuerzos para alcanzar las metas, si no, no habrá milagros

Cuatro derrotas en otros tantos partidos justo al inicio de las Eliminatorias de clasificación al Mundial de 2026, que se celebrará además en Estados Unidos – junto a México y Canadá – con todo lo que eso supone para los anhelos melancólicos del fútbol patrio han sido demasiado, al parecer, para la Federación Boliviana de Fútbol, siempre tan oscura y tan hermética, siempre tan necesitada de buscar a quien culpar del desastre sin atender las raíces del problema.

No es que Gustavo Costas no haya merecido el despido sumarísimo. Que te golee Brasil en su cancha es razonable, lo es menos el nivel mostrado ante Argentina en La Paz y resulta intolerable lanzar una sola vez a puerta contra Paraguay y jugar apenas 20 minutos contra Ecuador, también en La Paz. Hay un problema de actitud que efectivamente debe ser abordado con urgencia.

Cero puntos sobre doce posibles es demasiado poco en el año en el que llegar al Mundial parece más accesible por la cantidad de plazas disponibles (6 más repesca) y por el nivel de los rivales, con Chile y Perú en pleno recambio generacional para sumarse a las otras teóricas cenicientas – Venezuela, Paraguay y nosotros mismos -.  Sin embargo, pensar que llegará un técnico con varita mágica y nos clasificará al Mundial es una ingenuidad.

El fútbol, como dice a menudo Jorge Valdano, es metáfora de la vida misma y en Bolivia solemos tomar esa partecita de “se juega dónde se vive” para proteger la legitimidad de jugar en La Paz pese a los lloros de los adversarios, pero también suele ser cierto que se juega como se vive y en esas, la Verde suele ser un espejo en el que no nos gusta mirarnos demasiado después de cada partido, y tal vez por eso sea que en vez de corregir las cosas que no han funcionado, solo esperamos que se pase el enojo para volver a abordar el siguiente partido con las mismas carencias y los mismos defectos, siempre a la espera de que aparezca alguien con la varita mágica – que encuentre nuestro gas, industrialice nuestro litio, devuelva nuestro mar – en lugar de abordar los pequeños detalles que hacen al global.

La División Profesional ha estado paralizada un mes por temas de corrupción y apuestas, pero todo se ha metido debajo de la mesa y ha continuado como si no pasara nada. Aun así, no se trata de que el fútbol esté lleno de “dirigentes corruptos”, sino que tenemos un problema futbolístico real, de recursos humanos disponibles.

Esto no se soluciona de la noche a la mañana, ni esperando que Moisés Paniagua sea nuestro Messi o aparezca cualquier otro. Tenemos en general un problema en la infancia, todavía con grandes bolsas de población mal alimentada y con dificultades escolares asociadas que efectivamente, también hacen al fútbol.

Corregido eso, nos seguirá faltando un proceso educativo – deportivo que priorice el esfuerzo, que inculque los conceptos básicos ordenadamente para entender después los complejos, que se depure la técnica y se trabaje la táctica antes de ponerse a disputar campeonatos que son horrorosos para el público, pero también para los niños, que apenas entienden el juego y ya lloran por sus copas. Con todo eso claro, se podrá después adaptar el juego al fútbol del momento, sea este físico y táctico de ahora, sea que vuelva el fútbol del control del balón o el de los artistas de la frontal del área.

Viene un nuevo técnico y mientras hay vida hay esperanza, pero es tiempo de dejar de creer en varitas mágicas o de culpar de todo a la corrupción. Seguramente haría mucho bien que se fueran todos, pero eso no garantizaría que nos fuera mejor si como país no empezamos a cambiar la mentalidad. Se puede, pero hay que trabajar para ello.


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