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El plan triste de los hidrocarburos patrios

Con la industrialización paralizada, sin reservas y sin mercados, el sector trata de ganar tiempo hasta que se materialice algún tipo de “bonanza del litio”

Más allá de los jalones acelerados y de las declaraciones rimbombantes y sesudas que siguieron a aquel lapidario “tocamos fondo” del presidente Luis Arce Catacora en referencia a la producción de hidrocarburos en el país, el plan sigue siendo verdaderamente confuso y nadie acaba de explicar el horizonte real trazado en el rubro, que tal vez no exista.

Antes de la llegada del MAS había un horizonte: las empresas trasnacionales hacían básicamente lo que querían en un Estado incapaz de fiscalizarles.

Sin capacidad política para abordar el fracking, el plan de YPFB parece pasar por sacrificar las reservas naturales

Después, el primer gobierno de Evo Morales con Andrés Soliz Rada al frente de la cartera de Hidrocarburos se fijo el horizonte de la industrialización, que era el punto acordado en la Agenda de Octubre y que tras la nacionalización, tenía los hitos muy bien marcados al margen de fortalecer YPFB, etc. Se trataba básicamente de dedicar todos los recursos que fueran necesarios para instalar dos separadoras de líquidos que fueran la base para la transformación en dos rubros: la agroquímica, con las plantas de urea, y la petroquímica propiamente dicha dedicada al plástico. Con ese objetivo en mente se acomodaban contratos, ingresos, planes de desarrollo etc.

Después llegó al era de Luis Alberto Sánchez al frente de Hidrocarburos, nombrado en 2015 con una misión muy concreta tras años de desmanes y gasto significativo en el “proceso de cambio”: elevar las reservas de modo que se garantizara la continuidad de la exportación de gas aunque no necesariamente aquello revirtiera en la industrialización. Sánchez se olvidó de ella, renombró el lema del sector como “Bolivia, corazón energético de Sudamérica” y se dispuso a facilitar de todas maneras posibles la exploración de terceros, liberando áreas protegidas, creando fondos de incentivos y hasta experimentando con el fracking. Tan evidente era el cambio de rumbo que ni siquiera el gobierno de Jeanine Áñez cambió una coma de los planes y renegoció una extensión del contrato de exportación a Brasil con más beneficios para el país vecino solo para que garantizara seguir comprando.

En la actualidad el objetivo parece ser simplemente sobrevivir con lo que hay a la espera de que el mundo cambie, y eso que el gas natural ha obtenido un indulto a nivel mundial para ser utilizado como combustible de transición mientras se consolida todo aquello del vehículo eléctrico y la energía de hidrógeno verde o rosa.

El contrato con Argentina se extinguirá pronto porque Vaca Muerta les hace autosuficientes y nuestro nivel de producción no garantiza la continuidad. Lo propio con Brasil. Mientras, evidentemente, sin mercados asegurados, la exploración tradicional no es atractiva para nadie y no hay recursos (es un decir porque hay fórmulas incluso en la Constitución titularizando las reservas) para que YPFB lo haga directamente.

Sin capacidad política para abordar el fracking, el plan de YPFB parece pasar por sacrificar las reservas naturales para buscar mercados cortos e interrumpibles en Brasil aprovechando los ductos ya amortizados mientras tengan operatividad. ¿Para qué? Tal vez simplemente para ganar tiempo mientras llega el “boom del litio”. Tan triste como eso.


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