La re-contra-confirmación de Evo

El argumento del expresidente para ser candidato es “el pueblo me pide”, como en 2016 y en 2019

Evo Morales ha reciclado una vieja estrategia sindical, también muy extendida en las pugnas universitarias: ante la incertidumbre, adelantar los tiempos. El problema es que para nadie constituye una novedad que se declare candidato, cuando es algo que se ha dado por descontado desde el primer día que empezó su pugna con el gobierno de Luis Arce.

El expresidente Evo Morales tenía pensado darse un baño de masas en Lauca Ñ, donde convocó muy poquitos delegados de las organizaciones matrices y de las departamentales – apenas cinco por cada una -, lo que con seguridad facilitaría las votaciones, pero complicaría el equilibrio de fuerzas si aquello se convierte en una campal, como suele ser habitual, en el caso de que a alguien le diera por infiltrar cocaleros, que en este caso son anfitriones.

El objetivo del Congreso, en realidad, era dirimir quién se va a quedar con el aparato del partido y su representación ante el Tribunal Supremo Electoral, que es lo que realmente acaba importando. En esas, era evidente que lo que importa es sobre todo quien va a tener las llaves para definir el candidato, por muchas primarias que se quieran hacer.

Ante la más que factible posibilidad de que el Congreso quede invalidado por falta de quórum ante la avalancha de renuncias y negativas a asistir que han promovido las matrices, Morales ha decidido quemar los tiempos y no esperar ni siquiera al acto formal para asumir un nuevo rol, el de candidato.

Su argumento es viejo conocido: el pueblo me pide. Fue el mismo que utilizó en la campaña del referéndum de 2016, que perdió, y fue el mismo que repuso para candidatear en 2019, donde tampoco le alcanzó para superar ese 50% a partir del cual se pone en riesgo la continuidad. Confundir la opinión de unas cuantas organizaciones sociales con el sentir del conjunto de los bolivianos es uno de los grandes pecados de Evo Morales, que podía haber cerrado una gestión exitosa sin arrastrar su legado por los bordes pantanosos de la democracia, así sin apellidos.

Los números que manejan las principales encuestadoras, incluso las afines, no le dan, pero más allá de eso, la confusión en el campo popular es grande por mucho que Morales y los suyos se hayan esforzado en los últimos dos años en desdibujar un gobierno que es básicamente, el mismo que gobernó Bolivia de 2006 a 2019, pero sin plata.

Ahora que Morales ha puesto negro sobre blanco su intención de volver a pugnar por la presidencia, los actores históricos del proceso desde el inicio de sus días, hasta sus momentos más críticos, como en 2019, deberán poner sobre la mesa los argumentos a favor o en contra de volver al pasado o avanzar por las sendas que correspondan con la honestidad suficiente y sin confundir los intereses personales con los globales, ni tampoco permitir que uno de los procesos políticos más importante que ha atravesado este país termine reducido a cenizas por la necesidad de sanación de nadie porque no hubo “Patria o muerte”.

La pelota está ahora en la cancha de Luis Arce, a quien por cierto solo podría salvar una mejora sustancial de su gestión económica más allá de las circunstancias externas. Lo que está claro es que el país no puede detenerse ni el gobierno tomar decisiones erráticas mientras contempla una lucha de testosterona y egos sin más argumentos que la chicana.


Más del autor
Reglas para vivir bien
Reglas para vivir bien
Hospital Materno Infantil
Hospital Materno Infantil