La elección en Ecuador y el miedo al narco

No es la primera vez que la violencia irrumpe en unas elecciones de un país sudamericano: todo el mundo espera la reacción

El asesinato de Fernando Villavicencio en Ecuador hizo saltar por los aires todos los análisis clásicos preelectorales. Nadie, en este mismo día de votación, puede determinar qué es lo que puede llegar a suceder en una elección muy abierta que nunca fue excesivamente racional, pero que se ha convertido en un cúmulo de emociones que puede salir por cualquier lado.

Hasta el asesinato de Villavicencio los ejes estaban claros porque eran los mismos de siempre: Correísmo contra anticorreísmo, aunque faltaba por determinar si el que concurriera a la segunda vuelta sería un anticorreísta indigenista; el propio Villavicencio con su acervo izquierdista pero crítico hasta la funcionalidad o si bien entraría alguno de los candidatos de la derecha liberal como ya le sucedió al propio Guillermo Lasso.

Los bandos son marcados, pero no hegemónicos. La Revolución Ciudadana de Correa, que pasa por ser el partido de la izquierda popular y soberanista, presenta a Luisa González, única mujer en liza y heredera de la estructura que más o menos conquista al 40 por ciento de la población, pero que desde hace varias elecciones no logra superar ese 50 por ciento desde la ruptura profunda con el movimiento indígena que simboliza Yaku Pérez.

Las encuestas decían que efectivamente se iba a repetir el cuadro que hace apenas dos años llevó a Guillermo Lasso a la segunda vuelta tras lograr poco más del 20% de apoyos en la primera, pero que fue suficiente para ser presidente.

Y es que la gestión de Lasso ha vuelto a evidenciar los problemas de la receta liberal en un país eminentemente pobre: la violencia del narcotráfico ha encontrado el caldo de cultivo suficiente para crecer al mismo tiempo que el propio presidente ha utilizado esos episodios de violencia para exacerbar las medidas de seguridad y crear mitos que escondieran la falta de legitimidad política con la que abordar su programa de reformas.

El fiasco de la gestión, con su crisis postpandémica incluida y los efectos de la inflación en la economía dolarizada, no ha contribuido a unir a una oposición, sino que ha dado alas a varios grupos contrapuestos que aspiraban a competir en la segunda vuelta con el correísmo de idéntica forma en la que lo hizo Lasso. Ahí, Villavicencio, periodista y con historial de azote a Correa, con su verbo fino y su identificación popular, estaba haciendo mella entre la base popular. Su asesinato ha venido a confirmar esta tendencia que, en principio, puede favorecer a su sucesor, el también periodista Christian Zurita, pero también todo lo contrario.

No es la primera vez que la violencia irrumpe en unas elecciones de un país sudamericano, pasaba habitualmente en los 80 y 90 en Colombia y en otros países, pero a estas alturas, con tantas incertidumbres, incluso sobre lo tangible, la reacción de los votantes al hecho será clave para marcar un rumbo en un continente que es, de hecho, una bomba de tiempo si no se acaban de cambiar ciertas políticas de seguridad y narcotráfico, mirando más al comprador que al vendedor.

Todos miran.


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