El nuevo paradigma antidroga

Luis Arce tenía pensado hablar de su adhesión al nuevo paradigma de la lucha contra las drogas que abandera el presidente colombiano, Gustavo Petro, en su mensaje a la nación del pasado 6 de agosto, porque en realidad ya lo ha hecho en varios foros internacionales sin explicárselo al país. El problema es que la coyuntura estalló, el narco más buscado del continente, que residía más o menos plácidamente en Bolivia, se fugó de un “megaoperativo” con “2.800 policías” y no parecía ser el mejor de los momentos, por lo que le salió una suerte de defensa a ultranza de su ministro favorito, Eduardo del Castillo, al sacar los trapos sucios de gobiernos anteriores sin mencionar los propios, mientras soslayaba una especie de notificación/petición de permiso llamado “estrategia regional con soberanía”, como diciendo que sí, pero no, y sin citar a los actores involucrados.

Petro sí ha desarrollado más sus ideas, que tienen que ver con el paradigma clásico sobre la carga de la responsabilidad, pero también de la coyuntura. Por cierto que al presidente colombiano también le viene bien hablar de esto ahora para desviar la atención sobre los manejos de los fondos de su campaña que han manchado a su propio hijo.

Hace unos días resumió su cambio de paradigma en un tuit largo en el que señala que ha cambiado la estructura del mercado de la cocaína: “Las áreas de cultivo de plantas de Coca y la localización de laboratorios buscaban trazar rutas hacia el norte por el océano Pacífico o hacia el Caribe. Las rutas recorrían centroamérica, las islas del Caribe y México hacia EEUU. Estas rutas de manera progresiva comienzan a cambiar”.

Según Petro, estas rutas ahora corren hacia el sur, penetran por la cordillera de los Andes y se adentran en la selva amazónica hacia Brasil para pasar a África y de allí, a Europa, o por Ecuador y Perú para ir hacia el Asia Oriental, Japón y Australia.

“¿La razón?: el mercado de la cocaína se desplomó en EEUU, reemplazado por uno peor: el del Fentanilo que ya les mata 100.000 personas al año. La cocaína mataba 4.000 por sus mezclas venenosas producto del mercado clandestino” asevera Petro en un mensaje ciertamente delicado por lo que señala y por lo que excusa.

Petro describe que las zonas tradicionales que vendían a Estados Unidos han entrado en shock mientras que las nuevas todavía ajustan cuentas, algo así como lo que pasa en Bolivia entre el Chapare y el Beni.

“Es por esto que de ser un país pacífico, Ecuador ha superado en violencia a Colombia, y quizás es por esto que asesinaron al candidato presidencial Fernando Villavicencio. Es probable que con la nueva geografía del mercado de la cocaína, mafias paraguayas y uruguayas busquen construir una economía ilícita en Bolivia y es posible que ahora los laboratorios de cocaína se ubiquen en Europa para competir con calidad ante la invasión de las drogas químicas y el fentanilo” llega a señalar.

Finalmente Petro engancha su propuesta con un contundente “cambia la geografía pero sigue el fracaso de la guerra antidrogas empeorando el panorama” y en este caso se alerta a sí mismo de las consecuencias: “El gobierno debe prepararse a contrarrestar el consumo de fentanilo en nuestra juventud. De la marihuana del capitalismo del bienestar y sus juventudes rebeldes, pasamos a la cocaína, la droga de la competitividad y el neoliberalismo; y ahora entramos a la droga de la muerte, el fentanilo: la droga del capitalismo de la crisis climática y la guerra”.

Sin duda es necesario un cambio de paradigma en la lucha contra las drogas que ponga el acento en la prevención del consumo antes que en la criminalización de países enteros con pocas alternativas. Construir ese nuevo consenso, sin embargo, requiere mucha diplomacia y una honorabilidad intachable. El caso Marset vuelve a dejarnos en entredicho e inhabilitados como mediador o facilitador.