El África negra, los mercenarios y el cambio de rumbo

El nuevo papel de Rusia en la esfera internacional está poniendo al descubierto muchas de las fallas de relato de las potencias hegemónicas mientras se construye un nuevo orden mundial

Cada vez que hay un golpe de Estado en África o en alguno de esos otros puntos remotos del globo, los medios de comunicación ponemos especial atención en los mismos y tratamos de explicar todos los entramados que subyacen delante y detrás de los sucesos, pero es verdad que no suele haber demasiada continuidad. Es el mercado amigo, pero este editorial no va de cómo salvaguardar el bien público que es el periodismo.

El último gran foco se encendió en Níger, uno de esos países del África negra que exporta mano de obra barata a todo el mundo porque simplemente, se mueren de hambre, de enfermedades raras, de sed o de violencia infinita: sea por diferencias étnicas o religiosas, las guerras civiles y las guerrillas permanentes están a la orden del día.

Esta vez tuvo especial atención porque el mundo está que arde, Francia también, y los mercenarios del grupo Wagner patrullan desde hace años en esa zona conocida como el Sahel que se extiende después del desierto del Sáhara y que ha sido nido de islamistas radicales, pero también de transnacionales depredadoras de los recursos naturales africanos que desde hace años y años benefician a las potencias extranjeras, sobre todo y precisamente, a Francia, porque las cosas habría que decirlas por su nombre: la descolonización en África nunca sucedió, los gobiernos cambiaron de color y las empresas siguieron explotando a los de siempre.

Los acontecimientos que coincidieron en el tiempo hicieron elevar aún más las alertas. Rusia concertaba esos días un foro con 40 países africanos, muchos de los que en los últimos años se han venido levantando contra la opresión francesa y sus gobiernos títeres (esto también hay que decirlo), pues tampoco nadie se olvida que quien mantiene los equilibrios en la región desde hace años es el grupo Wagner, mercenarios al servicio del mejor postor, que tiene en Francia su mejor cliente en la región: protege intereses económicos bajo la excusa de luchar contra el extremismo islámico, pero claro, Wagner solo es malo cuando lo contrata Rusia.

Con el mundo corriendo acelerado hacia un nuevo orden mundial sin que nadie sepa exactamente cual será ese orden. Con todo el mundo jugando a la defensiva mientras no se responde cuál es de verdad el papel de Rusia en esta batalla geopolítica que ha emprendido, que incluye víctimas mortales, bombas de racimo, precio del gas y venta de grano, con operaciones especiales como la voladura controlada del gasoducto principal que abastecía a Alemania y alguna otra actuación estelar de Joe Biden y sus colmillos de guerra.

¿Qué hará Sudamérica? De momento parece evidente que la mayoría de los países están buscando cobijo en los brazos del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que viene a ser el principal acuerdo económico por fuera del dólar y el principal exponente para reforzar un mundo multipolar con nuevas reglas comerciales y nuevos razonamientos que nos hagan, por qué no, más iguales.

Esto no se resolverá ni pronto ni definitivamente, pero no hay duda de que cada paso que se da va conformando un nuevo equilibrio. Sudamérica debería concentrarse en su propia integración para después extender sus acuerdos con la fortaleza que da saberse una de las regiones más ricas del mundo con potencialidades enormes. No se trata de elegir bando sino de entender dónde acabaremos encajando para alcanzar nuestros objetivos. Los nuestros.


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