Llegar a viejo

Los dos años en los que la pandemia ha sido más intensa, 2020 y 2021, ha costado un retroceso de más de cuatro años en la esperanza de vida

La esperanza de vida se ha derrumbado en Bolivia. Los dos años en los que la pandemia ha sido más intensa, 2020 y 2021, ha costado un retroceso de más de cuatro años: si en 2019 se situó en los 67,84 años en promedio de hombres y mujeres, en 2021 se cerró en 63,63. El vuelco supone retornar a los datos de 2003, es decir, un retroceso de casi 20 años en solo dos.

El dato se intenta explicar desde el impacto de la pandemia: la peor parte del descenso se lo llevan los hombres, que también son quienes más murieron por el Covid-19: Bajan de 65,37 a 60,88. Las mujeres pierden el hito de los 70 superado en 2016 llegando a 70,48 en 2019 para caer estrepitosamente a 66,80.

El promedio de los diez años anteriores, hasta 2019, era de 50.000 decesos, sin embargo, en 2020 se registraron 79.613 y en 2021 86.461

El problema es que en general todas las autoridades sanitarias desde que estalló la pandemia, tanto en la gestión de Jeanine Áñez como en la de Luis Arce, se han esforzado por esconder el impacto real del virus, sobre todo en el caso de los decesos, por quién sabe qué tipo de estrategia electoral o de gobernabilidad.

El dato oficial de fallecidos en Bolivia por el Covid recoge 22.399 víctimas directas hasta el 31 de julio de 2023 según reporte de autoridades sanitarias, esto supone que fallecieron en un hospital o al menos, habiendo sido diagnosticados por el virus en los días previos a su fallecimiento, algo que como se recordará no era fácil en Bolivia por el desorden endógeno del sistema sanitario, pero también por las dificultades de acceder a los insumos de diagnóstico necesarios, acaparados por las potencias del norte.

El dato de víctimas directas, sin embargo, no explica el incremento de fallecidos registrados oficialmente en el Servicio de Registro Cívico (Sereci) en esos años y que está muy por encima. El promedio de los diez años anteriores, hasta 2019, era de 50.000 decesos, porque efectivamente esto de morirse es una cuestión muy de estadística y en términos globales, se mantiene estable en todas las poblaciones, sin embargo, en 2020 se registraron 79.613 y en 2021 86.461, es decir, muchos más de los oficialmente anotados como víctimas del Covid que podrían haber sido sobrevenidos.

Se estima que los fallecidos por el Covid son el triple de los registrados, sin embargo, no todos tienen porque ser víctimas directas que eludieron los controles sanitarios por asuntos mundanos como el estigma social o la prohibición de ser enterrado en el cementerio ordinario. Muchos de ellos pueden ser víctimas indirectas que por la emergencia sanitaria descuidaron sus tratamientos o sus controles con resultado fatal.

Como fuere, lo cierto es que el indicador, que hace a la calidad de vida y al estado del bienestar, ha dado un brusco vuelco desnudando nuestras carencias esta vez en la atención a los adultos ni siquiera tan mayores, entre los 50 y los 60 años, que es la generación con la que más se ha cebado.

Bolivia siempre ha sido un país de niños porque conservarse con vida era una tarea cuasi titánica, recién estamos empezando a envejecer y no solo porque se frene la natalidad, sino porque las condiciones de vida lo empiezan a permitir. La pandemia ha sido un aviso. Tratemos de ser conscientes y anticiparnos para que llegar a adulto mayor sea un motivo de dignidad y orgullo para todos.


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