El juego de España

Para Sudamérica el cambio del gobierno de España es ciertamente indiferente en términos de influencia global, sobre todo si Brasil está implicada, pero a nivel local habrá otras sinergias

España se juega hoy buena parte de su estabilidad política en una elección que en realidad, nunca ha estado reñida y más bien, la expectativa creciente a la izquierda del tablero se debe a que no se han publicado encuestas y el verano ha hecho su efecto desestresante.

El presidente español y candidato, Pedro Sánchez, convocó las elecciones – en el régimen parlamentario es potestad del ejecutivo – después de la debacle de su partido, el Partido Socialista, en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Logró así invisibilizar su derrota con la estrategia de electoralizar el país, si es que no lo estaba lo suficiente, pero los sondeos insisten en que no ha logrado cambiar la dinámica y que un gobierno de la derecha y la ultraderecha en coalición es la opción más factible, pues muy pocos auguran que el Partido Popular en solitario logre mayoría suficiente para gobernar. Ni siquiera el impulso positivo de la última semana entre mentiras y deslices del candidato del PP parecen que vayan a lograr cambiar la tendencia.

La campaña, en cualquier caso, ha servido para tomar notas entre los analistas más reputados, pues la influencia de la batalla cultural en redes sociales es la que viene condicionando la tendencia en una sociedad acomodada que en esta época goza, a su tiempo, de algún tipo de vacación veraniega. No es lo que pasa sino lo que dicen que pasa.

Pedro Sánchez ha culminado una gestión dejando a España entre los países que más crece de Europa, con menos inflación y con casi 21 millones de trabajadores afiliados a la Seguridad Social; cierra un gobierno que ha impulsado derechos y ayudas nunca vistas, como el Ingreso Mínimo Vital o las contempladas en la Ley de la Vivienda y que ha lidiado razonablemente bien con la pandemia y con las consecuencias de la guerra de Ucrania además de un sinfín de problemas internos, desde incendios y temblores hasta la erupción de un volcán en La Palma, pero va a perder las elecciones por un supuesto apoyo de “ETA”, cuya banda terrorista se rindió y desapareció hace más de una década y poca cosa más.

Para Sudamérica el cambio del gobierno de España es ciertamente indiferente en términos de influencia global, sobre todo si Brasil está implicado en el desarrollo de la potencialidad continental. La semana pasada, por ejemplo, el papel en la reunión Celac – UE con el elefante del Mercosur en la habitación sin que nadie se refiriera a él evidencia esto, o que las cumbres Iberoamericanas se hayan convertido en un insustancial encuentro sin interés para nadie, pero sí fortalecerá a los grupos que vienen planteando cambios de fondo en el ciclo.

VOX es un partido ultraderechista con vocación colonial que, como todos los de su especie, anhela “la grandeza” de tiempos pasados. La Carta de Madrid – firmada por Arturo Murillo o Luis Fernando Camacho, por ejemplo – y la Fundación Disenso con su boletín Iberoesfera, evidencian esta voracidad: el objetivo es restaurar el relato del “descubrimiento” por sobre el de la “invasión” instalado desde el Foro de Sao Paolo y que ha dominado políticamente el continente en los últimos 20 años.

Con seguridad, de tomar el poder, se evidenciarán cambios en la relación con el continente y sus grupos alineados a la derecha. Sin duda, algo se está cocinando en España.


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