La Celac y el reto de ser más que la UE

Si la UE se ha integrado con más de 3.000 años de guerras internas, Latinoamérica debe tener la oportunidad de tener voz en el nuevo orden mundial

En los ocho años que llevaba sin celebrarse la cumbre UE – Celac, que reúne a los jefes de Estado de los 27 países de la Unión Europea y los 33 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos, el mundo ha cambiado tanto que casi resulta un milagro que ambas entidades sigan existiendo.

La salud de ambas ha seguido caminos inversos desde la última cumbre de 2015, con una pandemia y una guerra europea con impacto mundial por el medio. En los países latinoamericanos se ha instalado cierta paz social y estabilidad económica y alimentaria si se lo compara con décadas precedentes. En los últimos años se ha dado un nuevo giro evidente a la izquierda popular que lo está consolidando como bloque dominante en este siglo. Mientras, Europa continua en su ruta a la implosión luego de la salida de Gran Bretaña al tiempo que contempla el auge de la ultraderecha más euroescéptica.

Europa no es lo que era, la pandemia desnudó su tradicional discurso solidario, pues no dudaron en sacar las uñas para acaparar todo lo que tenía relación con el virus, de vacunas a papel higiénico

Europa no es lo que era, la pandemia desnudó su tradicional discurso solidario, pues no dudaron en sacar las uñas para acaparar todo lo que tenía relación con el virus, de vacunas a papel higiénico, y la guerra de Putin en Ucrania ha acentuado esa perversión al mismo tiempo que se convertía en un actor de segunda al seguir el dictado de los postulados de Estados Unidos en relación a las sanciones en general y la venta de gas en particular. La sensación de que han ido demasiado lejos en sus planes climáticos sin atajar las verdaderas causas los convierte además en peligrosos: hay quien está dispuesto a hacer cualquier tontería antes de reconocer un error.

Por si faltaban alicientes, Alemania está en recesión, y todos saben lo que pasó hace un siglo cuando Alemania quiso salir de la recesión.

Por este cambio de dinámica en la heterogénea institución europea los resultados de la cumbre dejan sabor a casi nada: demasiado tiempo se ha discutido un documento sobre la Guerra de Ucrania sin entrar al fondo - que es tipificar en la Corte Penal Internacional un delito de transgresión internacional para que todos los países que invadan otros puedan ser juzgados bajo el mismo prisma como defiende Gustavo Petro – y nada se ha dedicado a otros asuntos más concretos que hablan de la necesidad de un comercio más justo y una relación más igualitaria, pues hace tiempo que cambiaron las tornas.

El acuerdo UE - Mercosur es un claro ejemplo de este cambio no aprovechado. Hace 20 años que se negocia. Entonces la UE se relamía ante la posibilidad de llenar sus graneros a precio de gallina muerta mientras colocaba autos, electrodomésticos y todo tipo de insumo tecnológico sin aranceles en uno de los mercados emergentes con más potencialidad: hoy inventa excusas ambientales y cualquier artimaña legal para retrasar un acuerdo que rechazan sus sindicatos agrarios ante la posibilidad de perder sus privilegios y subvenciones.

El problema sudamericano está identificado: la incapacidad de unir fuerzas en una sola voz, con todos los matices necesarios, le impide ocupar su lugar justo en el mundo a pesar de sus ingentes recursos naturales y su potencialidad ecológica. Tal vez reconocer que es posible al contemplar el proceso de la Unión Europea y sus 3.000 años de guerras internas sea lo más positivo de ese tipo de cumbres con declaraciones.

Urge avanzar en la integración y difícilmente se darán mejores condiciones que las actuales.


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