El naufragio de la guerra en Ucrania

Las medidas económicas y de presión de uno y otro lado han fracasado. El petróleo ha vuelto al entorno de los 80 dólares y la inflación ha regulado el mercado de los alimentos

Hablar de una situación de estancamiento en la guerra de Ucrania es quedarse corto.  Tanto Putin como Zelenski juegan su propia partida en la opinión pública donde nada es lo que parece y los medios pro OTAN o pro Kremlin cumplen con reproducir hasta el infinito las insinuaciones de uno u otro bloque sin que esté demasiado claro cual es el objetivo final.

Son varios los mitos que desde el principio de la guerra se han ido instalando sin mayor respaldo de fuentes oficiales, por ejemplo, aquello de que Vladimir Putin quería una victoria rápida creyendo que los ucranianos le abrirían las puertas de par en par para recibirlo con alegría, algo que no tenía ningún tipo de base.

Seguido a esto se habló de una titánica resistencia ucraniana a la vez que se describía un patético ejército ruso, mal provisto y mal asistido, lo cual entraba en directa colisión con el mito anterior, pero no importó.

Cuando Putin planteó los referéndums en las dos regiones federales ucranianas todo fue catalogado como un teatrillo y casi como una capitulación rusa mientras que del otro lado se utilizaba para fortalecer el apoyo a la “operación especial”.

Desde hace un año se plantean batallas en ciudades fronterizas como si se tratara del enclave fundamental en la operación, pero después de que cada una de ellas fuera resuelta, llegó una más y luego otra más.

Mención aparte merece el tratamiento dado al uso de mercenarios en la guerra y en concreto a las milicias del grupo Wagner: todo era una inmoralidad de Putin hasta que sus jefes se dieron la vuelta y amenazaron con marchar sobre Moscú, o eso dijo la prensa occidental que entonces celebraba el cambio de rumbo de los mercenarios. El asunto sin embargo se cerró rápidamente cuando se supo la cantidad de contratos que el grupo Wagner “honra” para potencias europeas en el Sahel y todo el África negra protegiendo explotaciones de recursos naturales bajo la excusa de luchar contra el ISIS.

La guerra ha entrado en una suerte de callejón sin salida. Ucrania lleva prometiendo una contraofensiva a gran escala con todo el arsenal que se le ha facilitado, incluyendo bombas de racimo observadas por la comunidad internacional, pero sin embargo nunca sucede, por lo que se sospecha que buena parte ha podido ser desviado al mercado negro de la guerra, que es voraz e insaciable.

Las medidas económicas y de presión de uno y otro lado han fracasado. El petróleo ha vuelto al entorno de los 80 dólares, la inflación ha regulado el mercado de los alimentos y Rusia ha abierto nuevos mercados en Asia donde colocar su crudo.

Así, la situación tiende a cronificarse y cuanto más se alargue, menos posibilidades quedan para la negociación entre la OTAN y Rusia, que son los verdaderos bloques en conflicto sobre el territorio de Ucrania.

Será bueno en este marco escuchar voces distintas, para lo que hace falta encontrarlas: Sudamérica puede dar bastantes claves para resolver un conflicto que parece anteceder algo a lo que nadie quiere ponerle nombre, pero que empieza por China.


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