El nuevo rol del ministro Del Castillo

Los siguientes pasos del ministro Eduardo del Castillo serán claves para entender la naturaleza de la reconciliación entre evistas y arcista

Todo ha pasado demasiado rápido, pero lo cierto es que el ministro Eduardo del Castillo sigue siendo el ministro de Gobierno a día de hoy. Lo es por la decisión unilateral del presidente Luis Arce Catacora que se amparó en la Constitución para ignorar la determinación política de la censura parlamentaria, lo cual puede ser legal, pero difícilmente será legítimo apegándose al espíritu de la norma y de la separación de poderes.

Eduardo del Castillo es a día de hoy el ministro del Gobierno a pesar de todo lo dicho y publicado tanto de un lado como del otro. El ministro de Gobierno es desde hace más o menos año y medio el blanco de todas las críticas del evismo, y es, a la vez, el portavoz más simbólico de los “arcistas”, en su posesión, donde la tensión se cortaba con cuchillo, Del Castillo señaló directamente a Evo Morales como el instigador de los problemas que atraviesa el gobierno y a Luis Arce como líder supremo del movimiento.

Aquello fue un choque de trenes de primera magnitud: un joven ministro controlando todo el fuego de artillería que reúne la Policía Nacional, parte fundamental en los sucesos de 2019, respondiendo con dureza a todo un expresidente con ambiciones de retorno que por alguna razón la ha tomado con él.

Luis Arce argumentó aquello de que “el pueblo lo pidió” y tanto el uno como el otro mostraron muchas cartas de apoyo de muchas organizaciones sociales que respaldaron la gestión de Del Castillo. Una estrategia muy a lo Evo que tiene el mismo resultado: la soberanía popular, cuando no se expresa en sagrado referéndum, se intermedia en la Asamblea Plurinacional que para eso se han elegido a los parlamentarios. Ignorarlo puede tener consecuencias en un país con importantes desafíos de seguridad tanto internos como externos.

Tener un Ministro de Gobierno cuestionado no ayuda en nada en la lucha contra el narcotráfico, en la lucha contra la corrupción, en la lucha contra la delincuencia organizada que campa a sus anchas por nuestras fronteras, pero tampoco ayuda a aplicar mejor la Ley 348, o a proteger mejor a nuestros niños o a acabar con tantas y tantas formas que va adoptando el mundo del crimen en las ciudades, y sin embargo el presidente ha asumido ese desgaste en lugar de dejar caer a un ministro al que en realidad no le une nada más que la decisión que un día tomó escuchando los criterios de los que después lo convirtieron en enemigo. La situación se vuelve más compleja si, además, después de todo lo llovido, las partes se olvidan de todo lo dicho y se reconcilian por encima de las palabras gruesas vertidas.

Los siguientes pasos del ministro Eduardo del Castillo serán claves para entender la naturaleza de la reconciliación entre evistas y arcistas, pero en ese camino que se emprenda no pueden quedar sombra de impunidad. No habría peor engaño que pactar para no ver nada mientras algunos se aferran al sillón.


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