Bolivia y su suelo amenazado

En un mundo donde se habla continuamente acerca del cambio climático, casi nadie se ha parado a pensar, cómo afecta la contaminación o la explotación excesiva de los suelos

El Día Internacional de la Conservación del Suelo, se celebra cada 7 de julio desde el año 1963 de acuerdo a los protocolos de Naciones Unidas. Se eligió este día en particular, en honor al científico estadounidense Hugh Hammond Bennett, quién dedicó su vida a demostrar que el cuidado del suelo influye directamente en la capacidad productiva de los mismos o como el mismo lo decía: "La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras tierras agrícolas".

El objetivo que perseguía el científico que más contribuyó en este sentido y que es el principal propósito de este día, es el de concienciar a las personas de la importancia fundamental que tiene la tierra dentro del frágil equilibrio medio ambiental, un problema que es especialmente preocupante en Bolivia, donde el cultivo de coca, extremadamente agresivo con el suelo por un lado y el agresivo crecimiento de la agroindustria de la soya y la caña, con todo lo que implica el manejo transgénico, es una de las principales amenazas a nuestra diversidad.

En un mundo donde se habla continuamente acerca del cambio climático, casi nadie se ha parado a pensar, cómo afecta la contaminación o la explotación excesiva de los suelos a la destrucción del medio ambiente, poniendo en riesgo la supervivencia de las especies.

El suelo en realidad es un sistema que vive cambiando constantemente, lo que le transforma en un recurso altamente complejo. No solo sirve como soporte para todas las formas de vida, como las plantas y animales, sino que además sirve de sustrato para el crecimiento de la vegetación, garantizando los nutrientes necesarios para todas las especies.

Desde el punto de vista agrícola, los suelos funcionan como el canal de comunicación entre el productor y su cultivo, ya que a través de las acciones que este realice, la calidad y el tamaño de su plantación variarán drásticamente.

El problema del mal manejo de suelos es, efectivamente, la desertificación, y de eso en el valle tarijeño se sabe bastante. La desertificación es un proceso de degradación ecológica en el que los suelos fértiles pierden total o parcialmente su capacidad productiva. Este fenómeno se puede dar por tres causas principales, que son la desforestación, causada por la tala indiscriminada de bosques o grandes extensiones de vegetación; el uso desequilibrado de los suelos, que puede degradarlo de forma irreversible por la pérdida de capas fértiles que limitan la capacidad productiva de ese suelo y el mal uso de equipos mecanizados que puede causar estragos en el terreno, contaminándolo con productos químicos como aceite, gasolina o diésel. Pero también puede acelerar el proceso de erosión de zonas terrestres.

El problema es de primer orden y la situación económica, con su dependencia exportadora, no permite que se legisle con libertad y conciencia al respecto, por lo que la clave suele seguir siendo apelar a los asuntos más concretos de uso de abonos orgánicos, rotación inteligente de cultivos o la siembra directa, medidas que sin embargo suelen ser insuficientes ante el avance de la poderosa agroindustria.

Ojalá alguien recupere las nociones del pachamamismo de equilibrio con la naturaleza para garantizar un futuro sostenible, aunque en esto parece que las discrepancias son mínimas.


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