La catástrofe carretera tarijeña

De las tres principales rutas del departamento la única que sostiene más o menos la cara es la ruta al norte mientras la de Bermejo se deteriora aceleradamente y la del Chaco nunca fue digna

Pasan los años y las carreteras de Tarija han caído en un incierto olvido, con todo el riesgo que eso supone, el deterioro es silencioso pero irreversible y a nadie parece importarle demasiado.

Este 2023 ha sido un año además bastante benévolo en la temporada de lluvias, es decir, no ha habido grandes catástrofes en la carretera, algo que es una buena noticia pero, a la vez, es una suerte de trampa, pues ni siquiera se han abordado esos mantenimientos de emergencia para reparar daños y que parezca que se hace algo.

Obras nacionales no hay prácticamente ninguna: la Choere – Acheral que parecía fácil teniendo dinero externo ha acabado en otro fiasco de la ABC en Tarija, mientras que la doble vía Yacuiba – Pajoso avanza a paso tortuga aun sin suponer una intervención integral de una vía de tránsito sino de la actuación de emergencia en un tramo en el que se desangran poco a poco los vecinos del Chaco a golpe de accidente mortal semanal.

A nivel departamental la ruta a San Antonio sigue siendo el proyecto principal entre manos de la Gobernación, más que nada por lo que le interesa a las petroleras apostadas sobre El Cajón.

El resto es un cúmulo de carreteras en declive de las que no hay que perder línea, pues se acabarán borrando.

De las tres principales del departamento la única que sostiene más o menos la cara es la ruta al norte, aunque los huecos en determinados tramos empiezan a poner en riesgo a los transportistas. Se empezó a utilizar hace apenas diez años.

De las tres, la ruta a Bermejo es la más antigua de las entregadas y el deterioro del pavimento, con pérdidas de plataforma cada vez más importantes empiezan a demostrar que lo sinuoso del trazado no era solo parte de la aventura de manejar por Bolivia sino una bomba de tiempo. El riesgo es evidente.

Por último está la ruta al Chaco, seguramente la más importante de las tres en lo que hacía a la vertebración del territorio en pleno desarrollo autonómico, pero la que se dejó para el final a base de trocear y pelear licitaciones. Todo lo que podía salir mal salió mal, pero la cereza de la torta fue contratar a una empresa española sin ninguna experiencia que llegó a Bolivia con un puñado de ingenieros con sus computadoras dispuestos a subcontratar todo que se fueron a toda prisa dejando una carretera que había sufrido varias modificaciones respecto al contrato para regocijo del contratista y que apenas aguantó en su sitio los dos años exigidos de garantía. La ruta siempre ha sido un peligro, pero tampoco nadie parece dispuesto a decir nada.

Tarija es el departamento más pequeño de Bolivia, pero también el que ha entregado mayor cantidad de recursos en lo que va de siglo y aún así, el que menos inversión ha sido capaz de captar ni siquiera en tempos de bonanza. ¿Qué se podrá exigir ahora que la crisis y la deuda apenas permite enfrentar proyectos de cortísimo plazo? Toca sin duda aprender de los errores y no perder de vista a los responsables de cada catástrofe.

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