La Fexpo y la última frontera
Es difícil explicar cómo gran parte del empresariado tarijeño, después de tantos años de bonanza y después de haber hecho grandes negocios con el Estado, sigue siendo débil y necesitado de favores
El gobernador Oscar Montes acaba de dar un nuevo golpe de mano en su proyecto para el departamento, y lo ha hecho desafiando a lo que se suponía era el establismenth mejor asentado en Tarija: La Federación de Empresarios Privados.
Ya en mayo trascendió la posibilidad de que una empresa privada se hiciera cargo de la gestión completa de la Feria de Exposición de Tarija donde lo del nombre era lo de menos, pues la misma ha pasado de ser la FexpoSur a la FexpoTarija. Lo que tal vez no esperaba nadie era que quien lo asumiera fuera la Fundación Feicobol, que es la entidad privada que los empresarios cochabambinos sí han logrado constituir para explotar su propia Feria.
La idea de crear ferias multisectoriales para promocionar a las empresas de determinado lugar es más vieja que la humanidad y ha formado parte de todas las civilizaciones. También lo ha sido en Tarija donde frecuentemente se hacían coincidir con eventos religiosos, aunque el concepto moderno se instaló ya en los 80 con Motete Zamora y su séquito a los mandos de la institucionalidad local. El recinto de San Jacinto, con sus pabellones, sus patios de comida y su explanada de conciertos se creó específicamente para estos eventos.
Desde siempre ha existido el mismo reclamo: las ferias se utilizaban para dar “gloria” a la autoridad de turno que convocaba grandes artistas para darse baños de masas a costa del erario público. Los empresarios fueron especialmente críticos al considerar que no se les tenía suficientemente en cuenta en la planificación de las Ferias, y cuando la presión subió de nivel, se les planteó asumir la gestión íntegramente.
Si el problema era que la Fexpo se veía como un negocio de unos pocos, esta visión no ha cambiado, con el agravante de que la calidad de los artistas ha bajado sustancialmente y por ende, en medio de una crisis social sostenida, las visitas a un evento de pago se ha reducido.
En las experiencias recientes han sido los propios empresarios, pequeños y medianos sin peso en las organizaciones empresariales los que han detallado los problemas sobre precios y exigencias, denunciando que el negocio ha pasado a ser soportado precisamente por los emprendedores más humildes. Las mismas quejas han surgido desde dentro de las instituciones públicas, quienes han acabado reconociendo que la gestión privada de la feria hace a sus ingresos, pero que la mayor parte de los gastos, desde el acondicionamiento del lugar hasta la promoción, acaban siendo pagados con fondos públicos.
Es difícil explicar cómo el empresariado tarijeño, después de tantos años de bonanza y después de haber hecho grandes negocios con el Estado, sigue siendo débil. De por qué sigue aspirando a obtener beneficios o tratos privilegiados de otros elementos del sector a pesar de los apoyos, las inversiones y las promociones que se han hecho durante tantas décadas a cargo del erario público. Lo puntual es que ni la FexpoSur ni la FexpoTarija han logrado sus objetivos. Cambiar y buscar las mejores fórmulas es una obligación de todos.
Tarija necesita un nuevo modelo, una nueva ambición, un nuevo horizonte.