Las “bases” del incendio
El año pasado en Tarija ha habido incendios de magnitud en el corazón de Tariquía y también en el entorno del Aguaragüe y en Sama
Recién empieza el invierno en Bolivia. En Tarija ya hemos vivido algunos días de intenso frío con muy bajas temperaturas que tal vez puedan repetirse a lo largo de un invierno que parece será duro. Sin embargo, de nuevo, a lo que más se teme, es a los incendios.
El verano fue seco, las lluvias tardaron en llegar y aunque hubo algunos episodios de violentas tormentas con sus consiguientes desastres, por lo general casi todos los lugares geográficos están en intenso déficit hídrico.
Los veranos secos contribuyen a elevar el riesgo de incendio en los inviernos, porque la maleza se acumula y se seca con mayor celeridad convirtiendo los bosques en bombas de tiempo ante la imprudencia ciudadana, pero sobre todo, ante la voracidad de aquellos que solo contemplan el monte como “frontera agrícola” a expandir: una vez convertido todo en cenizas se hace más fácil imaginar nuevos usos de aquellos pastos.
El año pasado en Tarija ha habido incendios de magnitud en el corazón de Tariquía y también en el entorno del Aguaragüe, aunque fue en la parte argentina donde se registraron más daños. Por supuesto la cordillera de Sama padeció de esta lacra. En esto tiene que ver demasiado el avance de los asentamientos humanos, cada vez más subidos a la montaña, buscando nuevos lugares donde aposentarse no tanto para resolver el problema de la vivienda sino para disfrutar de segundas residencias o residencias lujosas. La actividad humana pone en riesgo las zonas protegidas y eso es un hecho, pero apenas nadie es capaz de poner mano dura e intervenir antes de que sucedan las tragedias.
Por otro lado, cada año se hace más insoportable la práctica del chaqueo en todo el país y en Tarija sobre todo de la caña en Bermejo, que llega a contaminar cientos de kilómetros a su alrededor. Se trata ya de prácticas institucionalizadas en las que la autoridad mira para otro lado. Ya ni siquiera se intenta controlar ni socializar en las zonas de grandes sembradíos, sino que apenas se hacen algunas capacitaciones con pequeñas comunidades campesinas en cultivos poco más que de subsistencia que representan un peligro muy moderado.
Los incendios de 2019 caldearon el ambiente de una elección que saltó por los aires llevándose por delante al gobierno más poderoso de la historia reciente boliviana; la crisis económica que calculan los grandes empresarios y exportadores obliga a controlar gastos y el chaqueo siempre es una opción barata para casi cualquier cosa en ese sentido.
Nada hace indicar que 2023 vaya a ser un año tranquilo en los campos y bosques del país, por eso es necesario que los responsables del área se empleen a fondo antes de que se desate la catástrofe, que se empleen a fondo en la verificación de los negocios, que sean capaces de adelantar acontecimientos para detenerlos y que, llegado el momento, también planifiquen la intervención de emergencia con detalle, para no tener que corretear buscando aviones cisterna a última hora.
Es tiempo de actuar con firmeza contra aquellos que amenazan las riquezas del país.