Latinoamérica y su enésima oportunidad de integración
Las condiciones políticas están dadas para que Latinoamérica vuelva a intentar ser un bloque con voz propia en un concierto internacional más agitado que nunca
Han pasado ya tres meses desde que Lula da Silva asumiera el poder en Brasil; siete desde que lo hiciera Gustavo Petro en Colombia y un año largo desde que se sentara en el Palacio de La Moneda de Santiago el joven Gabriel Boric. Al mismo tiempo, se restan los días que le quedan a Alberto Fernández en Argentina, cuya reelección se ve muy complicada.
Mientras tanto se han sucedido encuentros más o menos informales y alguna cumbre formal, como la de la Celac en Buenos Aires y la Iberoamericana recientemente en Santo Domingo, y la cuestión es que lo de perfilar una sola voz sudamericana sigue estando ciertamente complicado.
Los problemas en el mundo se aceleran. En un mundo que ya no es bipolar, sino que se configura en numerosos polos de acuerdo a diferentes intereses, intercambiables, básicamente configurados por una potencia y una serie de países satélites. El problema es que Sudamérica no se atreve todavía a ser una potencia y prefiere seguir camuflándose como satélites diversos en diversos intereses, muchas veces contrapuestos, que a dar la cara como región.
La cuestión tiene que ver con que esta región se cuenta entre las más ricas del planeta en recursos naturales
Plataformas hay: la Unasur pretendía referirse a los asuntos de seguridad regional y la resolución de conflictos desde la base de la Integración, algo parecido a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), cuya aspiración máxima es la de sustituir a la Organización de Estados Americanos (OEA) controlado por los Estados Unidos, con todo su armazón financiero y de justicia. Mientras, en lo netamente económico el Mercosur lleva años de indefinición sobre lo que quiere avanzar más allá del tratado de libre comercio con la UE, que ayuda poco a industrializar la región. Por lo tanto, el problema entonces no es de plataformas sino seguramente de la capacidad de escucharnos.
El asunto no es menor, ni banal, ni un capricho de algunos, ni un anhelo por glorias soñadas. La cuestión tiene que ver con que esta región se cuenta entre las más ricas del planeta en recursos naturales y otros tan valiosos como el agua, pero, a pesar de compartir incluso lengua y una historia similar, la integración se sigue haciendo inviable y no es por casualidad: Una región más fuerte, que coopere entre sí en lugar de competir, elevaría las exigencias y seguramente las ganancias de los de aquí y mermaría las de los de allá. Pero igual.
La clave de una integración más efectiva pasa, obviamente, por lo económico. En el pasado se planteó el Banco del Sur repatriando las Reservas Internacional y nadie se atrevió; ahora Lula da Silva ha planteado avanzar con una moneda común real, al estilo del Euro y del dólar estadounidense, pero nada se concreta.
Hay un dato que todo lo revela y que cruzó la reciente cumbre iberoamericana por encima de los discursos: apenas el 20% del comercio de la región es intrarregional, es decir, que el 80% se trae de fuera y se vende fuera. Un dato que es revelador.
Las condiciones políticas están dadas para que Latinoamérica vuelva a intentar ser un bloque con voz propia en el concierto internacional, más agitado que nunca y con menos dueños. Es necesario concretar las palabras en hechos.