El debate inacabado del fracking

Las urgencias del país en materia de exploración son acuciantes, pero YPFB sigue eludiendo hablar de otras posibilidades productivas

YPFB volvió a dejar pasar una oportunidad para abrir un debate en el que más temprano que tarde deberá entrar. Sucedió la semana pasada cuando alguien en un poderoso medio interpretó que el nuevo pozo Mayaya iba a ser perforado con la técnica de la fractura hidráulica, es decir, el temido y denostado fracking que, por otro lado, está haciendo millonarias a muchas petroleras en Pensilvania, en Río Negro, y en otros muchos lugares del mundo donde a técnica se utiliza.

YPFB reaccionó rápido y se limitó a negarlo categóricamente, precisamente con el tipo de negación que viene a reafirmar la condena de la técnica y proscribir un camino que, efectivamente, tiene numerosos riesgos e infinitos detractores, y que no cuadra muy bien con un régimen que se ha presentado ante el mundo como un guardián de la Pachamama.

Hace unos años, precisamente en Tarija y después de una cumbre bilateral con Rusia fue el poderoso ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana quien compareció ante la prensa para cuestionar la técnica y eliminar cualquier tipo de sospecha sobre las posibilidades de desarrollarla en Bolivia. Tenía que ver que Rusia era una de las grandes perjudicadas con el barril por debajo de los 50 dólares que le impedía avanzar en sus proyectos de aguas profundas, muy costosos, y que la mejora de las técnicas del fracking había provocado al inundar el mercado estadounidense, pero también reafirmar la proyección de Morales en el mundo como líder ecologista.

Apenas dos años después, también en Tarija, YPFB hizo un evento púbico en el que se entregó el área de Miraflores, en el Chaco cruceño, a la empresa Cancambria Corp precisamente para desarrollar las técnicas no convencionales. Apenas se ha informado de los resultados.

El ministro de la época, Luis Alberto Sánchez, solía asegurar que Bolivia era “un mar de gas”, algo que se convirtió en meme y mofa recurrente, pero evidentemente, Sánchez se refería a las posibilidades que ofrecían al país las técnicas no convencionales, que en la práctica permiten acelerar el proceso geológico natural de la formación de petróleo, que durada milenios.

La técnica del fracking realiza una perforación vertical y posteriormente, horizontal, después dinamita todo para romper las rocas de esquisto y después, con bombeos de ingentes cantidades de agua, se logra recuperar el hidrocarburo liberado de la roca. Los detractores señalan que la técnica atenta contra acuíferos y utiliza tal cantidad de agua que lo hace inviable e incompatible con la vida humana; sus partidarios señalan que las técnicas se han perfeccionado y abaratado lo suficiente como para que no haya problemas.

Lo cierto es que, en Bolivia, mientras YPFB siga sin asumir su rol matriz y aborde la tarea de exploración, es improbable que llegue ninguna transnacional de primer orden a invertir bajo su riesgo unos 50 millones de dólares que se estima cuesta un pozo, cuando más abajo, en Vaca Muerta, el fracking es patrocinado por las autoridades del gobierno argentino y las probabilidades de éxito se multiplican.

Ante la necesidad del país, YPFB debe en algún momento introducir el debate, pero para ello, debe ser capaz de explicar muy claramente para que se van a asumir los riesgos. Eso, o dejarlo todo como está, que efectivamente, también es una opción.


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