Lo de después de Margarita

Es cada vez más urgente precisar para qué se explora y se explota el territorio nacional, porque todo el mundo sabe que los hidrocarburos son un recurso agotable

La discusión por el reparto de regalías de Margarita puede ser muy larga, sobre todo porque es un aspecto fundamentalmente técnico administrado con tiempos políticos, que son los que en realidad se prestan al debate. Por ello resulta pertinente recordar que el problema no es si Tarija recibirá diez millones de más o de menos, porque además ya hubo una época en que se administraban 3.000 y no salimos de pobres. El problema real es que no se puede construir una autonomía para atender a la población sobre unos recursos volátiles, que dependen de la cotización en Nueva York, que a su vez depende de si hay guerra en Ucrania o de si China tiene hambre.

La capacidad de Bolivia de incidir en la cotización del gas es minúscula, inexistente, pero sí tiene la capacidad para gestionar y gestionarse al respecto del propio país, sin embargo, hace ya demasiado tiempo que la posición habitual es la de cruzarse de brazos a esperar: YPFB sigue sin tener la capacidad por sí solo de administrar toda la cadena de los hidrocarburos, particularmente en lo que se refiere a la exploración, que sigue rigiéndose por ese principio antiquísimo de la prudencia y de la pretensión de que las empresas extranjeras lleguen al país a hacer el trabajo de riesgo y que asuman el costo en caso de fracaso, que es de lo más habitual en el sector.

No es la única connotación delicada. Es cada vez más urgente precisar para qué se explora y se explota el territorio nacional, porque todo el mundo sabe que los hidrocarburos son un recurso agotable que además tiene fecha de caducidad de acuerdo a los compromisos planetarios contra el calentamiento global y que pretenden dejar de usar hidrocarburos como fuente de energía a excepción del gas, que se considera un combustible de transición. Durante dos décadas el territorio boliviano se ha perforado y los recursos económicos obtenidos se han dilapidado en gasto corriente y algunas obras de cierta relevancia, pero nunca se ha invertido de verdad en la industrialización del país y del propio gas como matriz salvo por la reciente inversión en la urea, que a escala continental es minúscula.

Los expertos advierten que los próximos años vendrán marcados por una guerra sin cuartel por el control de la energía, una batalla planetaria y política que ya está provocando que todos los países busquen su propia soberanía y autoabastecimiento. La exploración offshore, el fracking y otros asuntos que eran tabú hace no tantos años son ahora vistos con “esperanza estratégica” ante el inminente colapso.

Bolivia debe repasar sus propias prioridades y convencerse de la necesidad de llevar adelante un plan propio y autónomo, sin depender de terceros que asuma riegos y tenga claro el destino de ese riesgo, un plan que sin duda pone en riesgo las dinámicas populistas de la caja llena pero que permita ganar el futuro, porque de eso va el asunto. No queda mucho tiempo para pensar sin actuar.

DESTACADO.- Bolivia debe repasar sus propias prioridades y convencerse de la necesidad de llevar adelante un plan propio y autónomo


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