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El amor y la Bolsa Boliviana de Valores

Las empresas bolivianas sufren y piden mayores medidas de apoyo y financiación para superar la actual crisis y por el otro, los bancos reportan utilidades directas mientras sus SAFIs siguen prestando recursos en el extranjero o a grandes transnacionales que operan en Bolivia

Algo no se está haciendo bien. Por un lado, las empresas bolivianas sufren y piden mayores medidas de apoyo y financiación, por cualquier vía, para poder superar la actual crisis y seguir produciendo en el país. Por el otro, los bancos reportan utilidades directas en este 2021 – y en todo 2020 – mientras sus Sociedades de Administración de Fondos de Inversión (SAFIs) siguen prestando recursos en el extranjero o a grandes transnacionales que operan en Bolivia, y se llevan sus utilidades a terceros países.

El asunto queda al descubierto con los reportes diarios que la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero recibe sobre la composición de las carteras de cada una de ellas, un sistema que es además complejo e incestuoso, puesto que la mayor parte de las SAFIs constituye Fondos Cerrados y otros mecanismos en los que además presta y recibe dinero de otros bancos nacionales en una dinámica que parece tener otros objetivos.

La Bolsa de Valores, la conformación de los fondos de inversión, las regulaciones sobre carteras y competencias pasan por los órganos de Gobierno, en este caso controlados por el oficialismo desde hace década y media

La cuestión es que en Bolivia parece que nos hayamos acostumbrado a que nuestro ahorro interno no sirva para los intereses legítimos de la nación, como son la industrialización y la soberanía alimentaria y cultural, sino que se utilice para ponerlo al servicio de la gran banca transnacional – de Morgan Stanley a Barclays, del Bank of Montreal al BNP Paribas – que bajo su apariencia de valor superseguro – triple A según las calificadores de riesgo, que ellos mismos controlan – si pueden invertir en proyectos de riesgo y a tasas más bajas por la sencilla razón de que son ellos mismos.

Así funciona el sistema financiero y las lógicas de subordinación, pero el asunto resulta más sangrante en momentos de crisis y con Gobiernos que se dicen defensores de la soberanía nacional y popular.

Los analistas advierten que no es verdad que nada se pueda hacer al respecto. La Bolsa de Valores, la conformación de los fondos de inversión, las regulaciones sobre carteras y competencias pasan por los órganos de Gobierno, en este caso controlados por el oficialismo desde hace década y media sin que hasta ahora se haya podido armonizar una fórmula que dinamice más la producción interna a través de la intervención estatal en el sector financiero en lugar de dejar todo a “la magia del sistema capitalista”, donde el mercado lo ordena todo. En algún momento ya se planteó la necesidad de imponer plazos perentorios para que los bancos vendieran sus agencias de bolsa o la prohibición de exportar ahorro interno hasta que el país se industrialice o exigir carteras compuestas por títulos y renta variable de sectores productivos.

Es en estos momentos de crisis internacional cuando se evidencia la necesidad de tener un país industrial capaz de hacer frente a los vaivenes del mercado, pero hasta ahora, el modelo económico, social, productivo comunitario del presidente Luis Arce no ha dado pasos consistentes en ese sentido.

¿Por qué el ahorro de las familias bolivianas puede ir a financiar a la República de Chile o al más poderos banco de inversiones inmobiliarias de Norteamérica y en Bolivia, esas mismas familias, no pueden acceder a un préstamo para su negocio o para su vivienda?

Vivimos tiempo de refundación, de zozobra profunda, donde la población exige pruebas y no solo retórica de lo que se hace. Vivimos tiempos en los que los principios hay que demostrarlos en la práctica y donde ponerse de perfil es penalizado. Apostar por Bolivia no es una muletilla de discurso, y el amor se demuestra con hechos.


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