El MAS y su reflexión pendiente
El proyecto liberal sigue sin tener pie en el país, pero la población reclama profundizar el nacionalista por encima de nombres, siglas y tótems del masismo. Es hora de tomar nota.
Acabadas las elecciones subnacionales los análisis y reflexiones empiezan a copar los espacios mediáticos y las diferentes redes sociales, pues evidentemente acabamos un ciclo electoral larguísimo, que inició por allá por octubre de 2018 con unas primarias sui géneris y concluyeron el domingo 11 de abril con las segundas vueltas de las elecciones subnacionales.
El lunes 12 pasará a la historia del Movimiento Al Socialismo como una de las jornadas más negras de su ya larga historia – para las costumbres de los partidos en Bolivia -. Las cuatro Gobernaciones que quedaban en juego cayeron del otro lado, ahondando así en un pobre resultado que a nivel Gobernaciones es el peor desde 2005, pues solo retiene Cochabamba, Potosí y Oruro, y que no es mejor a nivel de Gobiernos Municipales, con Yacuiba, Sucre y poco más entre sus éxitos.
En las filas del MAS se ponen paños fríos a las derrotas señalando que se trata de la lógica del reparto democrático del poder después de la abrumadora victoria de octubre de 2020, donde por cierto no se lograron los dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional, pero que evidentemente dadas las circunstancias constituyó un ejercicio titánico.
Las Gobernaciones que el MAS ha perdido han ido a parar a manos de candidatos del tejido nacional popular como Damián Condori en Chuquisaca, Santos Quispe en La Paz, o los candidatos del Tercer Sistema que han triunfado en Pando y Beni
Es verdad que en esta cita electoral el MAS ha cometido groseros errores, tanto en la selección de candidatos como a la hora de articular ciertos discursos. En Tarija, por ejemplo, se puede afirmar que ni los discursos de Evo Morales ni las ocurrencias de Luis Arce ayudaron en nada al candidato Álvaro Ruíz, y que las amenazas de no proveer vacunas si no había Gobernación del MAS, repetida en varias ocasiones durante la campaña – y afeada repetidamente desde este medio -, que acabó en una chanza que tiene más de delictivo que de humorístico, como lo de no dar vacunas “para oligarcas tarijeños” logró movilizar a una población que estaba ciertamente desencantada con el futuro.
Con todo, circunscribir la derrota a los asuntos del reequilibrio y la puntualidad de la elección subnacional no parece ser otra cosa que un placebo para la intelectualidad y evitar, como siempre, la autocrítica, pues el MAS se ha enredado en su cruzada para penalizar el supuesto golpe de Estado sufrido por Evo Morales, que lo desalojo del poder contra su voluntad, sin querer entrar a reflexionar el por qué perdió el referéndum, el por qué su votación cayó del 61% de 2014 al 46% del 2019 y de por qué después volvió a subir al 55% con un candidato ya legal en liza.
Obviamente, reconocer la derrota del MAS y sus dificultades discursivas y comprensivas implica poner en su justa medida las cosas. Las Gobernaciones que el MAS ha perdido han ido a parar a manos de candidatos del tejido nacional popular como Damián Condori en Chuquisaca, Santos Quispe en La Paz con Jallalla, que ya triunfó en El Alto con Eva Copa, o los candidatos del Tercer Sistema que han triunfado en Pando y Beni. Ni siquiera Óscar Montes se alinea exactamente con los valores de la oposición más tradicional de Bolivia como Carlos Mesa, Samuel Doria Medina o Tuto Quiroga, cuyos éxitos en este ciclo vuelven a ser inexistentes.
El proyecto liberal sigue sin tener pie en el país, pero la población reclama profundizar el nacionalista por encima de nombres, siglas y tótems del masismo. Es hora de tomar nota. Quedan por delante cinco años largos que sin duda tendrán sus sorpresas