Salvar la educación de verdad

Urge un amplio consenso que actualice la Ley de Educación y se adecúe a las necesidades de la emergencia educativa que estamos viviendo tras un año perdido y otro tambaleando

El debate sobre el retorno al curso escolar parece reducirse a cuánto pagarán y cuánto no aquellas familias que tienen los recursos para inscribir a sus hijos en colegios particulares y no tanto en la calidad general de la educación que recibirán la futura generación y que de por sí, ya ha quedado tocada y en desventaja respecto a todos sus vecinos por la suspensión del curso escolar 2020.

El debate se ha vuelto tan intenso que hasta el Gobierno ha intervenido con una particular interpretación de lo que es equidad, concediendo mayores descuentos a los que pagan colegios más caros, que son precisamente quienes más tienen.

Con todo, el debate principal sigue abierto y con difícil solución en el corto plazo. El Ministerio habló de clases “a distancia” desde el 1 de febrero, pero la discusión siguió por otros derroteros, por lo que se sigue analizando la modalidad de inicio de clases entre presencial, semipresencial o a distancia, y probablemente lo haga hasta el mismo día de inicio de clases en función de los datos de la pandemia y las interesadas noticias de la mortalidad infantil por esta causa.

 Las empresas del Estado deben ponerse a disposición de la emergencia de salvar la educación

El desafío es mayúsculo. La educación formal tiene que lograr recuperar los conceptos no aprendidos durante todo el año pasado y, además, transferir con garantías los correspondientes a este 2021, es decir, prácticamente dos años en uno y sin las garantías tecnológicas para hacerlo.

El plan original de la educación a distancia tiene demasiadas debilidades, pero es un buen punto de inicio para enfrentar el desafío. Todo lo demás se debe resolver a través de la empresa estatal Entel, que debe garantizar el acceso a la educación de todos los estudiantes en condiciones seguras, no a través de paquetes de megas comerciales un poco más baratos que la competencia; a través de las redes estatales de radio y televisión y haciendo por fin un buen uso de las computadoras Kuaa que tantos sinsabores han dado al país desde su aparición nunca bien planificada.

Aun así faltarán muchas más cosas que afinar, pues cada familia tiene una situación particular que debe enfrentar, peor en esta situación de pandemia, enfermedad, pobreza y muerte, pero el primer paso debería ser ponernos de acuerdo en que la educación es por demás el principal arma al alcance para el cambio, para cualquier mejora individual pero sobre todo, colectiva.

El año escolar todavía no ha comenzado, pero es el momento de promover un gran diálogo nacional y un acuerdo político que revalorice el conocimiento y el aprendizaje formal; que priorice las infraestructuras físicas y tecnológicas para universalizar el proceso educativo y que actualice una Ley educativa que no ha dado los resultados esperados y que obviamente no estaba pensado para una situación de emergencia educativa como la actual.

El presente y el futuro inmediato nos obliga a reinventarnos rápidamente. Los países del entorno nos están sacando mucha ventaja y no tenemos tiempo para fallar ni para aprender.


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