Objetivo: Salvar la educación

Los niños y jóvenes bolivianos no pueden permitirse perder un nuevo curso escolar, por lo que es urgente garantizar que la educación a distancia funciona, y bajar los contagios para retomar la educación presencial

¡Voilà! El curso escolar 2021 iniciará a distancia en centros urbanos y ciudades intermedias. A menos de dos semanas del inicio oficial del curso escolar, finalmente fue el Ministro de Educación el que comunicó la decisión tras varias semanas eludiendo la responsabilidad y tratando de derivarla hacia las Distritales, pese a que el alza de contagios del Covid-19 es generalizada.

El asunto estaba cantado, pero la guerra de cabezas escondidas ha dilatado la comunicación de la medida. Queda por ver cuánto habrá afectado esta indefinición a la verdadera planificación de la “educación a distancia”, que como quedó claro en 2020 es mucho más que poner a los niños frente a una computadora o un celular y esperar que el maestro cuente algo.

La medida aparece sin plazo, pero el Ministro ha puesto la esperanza en la aplicación masiva de vacunas, y el calendario real es mucho menos optimista de lo que el Gobierno deja hacer creer.

El Ministro ha dicho que se repartirán tres millones de textos que de alguna forma permitirán hacer seguimiento y uniformar contenidos que se dosificarán “a distancia”, además de la implementación de una plataforma y diferentes programas de refuerzo en radio y televisión.

El asunto como plan de emergencia parece más sólido que el de 2020, que como se recordará acabó en la dramática suspensión de la gestión escolar con promoción automática y donde cada cual se buscó la vida para tratar de que sus hijos aprendieran alguito más que nada. Sin embargo, adolece de las mismas fallas que entonces: equipos, acceso a internet, capacitación de maestros, padres e hijos en el manejo tecnológico, etc. La gran diferencia es que esta vez el Magisterio sí parece estar por la labor de salvar de alguna forma la cara.

Si el plan fracasa, Bolivia podría perder el segundo año consecutivo, haciendo un daño terrible a los procesos de formación regular de los niños y jóvenes y poniéndolos en una desventaja atroz respecto a los países vecinos, con los que necesariamente nos medimos en términos de desarrollo. Nadie puede olvidar en este momento que de la educación de los jóvenes hoy depende el desarrollo del mañana, y en eso no parece que se estén haciendo los esfuerzos suficientes.

En casi todos los países del mundo, la mayoría mucho más avanzados tecnológicamente que el nuestro, se han hecho esfuerzos de bioseguridad y se han asumido riesgos para que los niños vuelvan a las aulas, donde el aprendizaje es más significativo, entre pares, y donde nos volvemos sujetos sociales. Eso ha implicado muchos sacrificios de los adultos, que han restringido al máximo sus movimientos. En Bolivia sin embargo hemos sacrificado el aprendizaje sin doblegar muchas licencias festivas.

La medida aparece sin plazo, pero el Ministro ha puesto la esperanza en la aplicación masiva de vacunas, y el calendario real es mucho menos optimista de lo que el Gobierno deja hacer creer. Hasta mayo se espera tener cinco millones de dosis en el país, que habrá que distribuir y aplicar, un trabajo para el que en países más desarrollados que el nuestro han estimado  plazos mucho mayores.

Reconocer el problema y plantear planes alternativos es el primer paso, ahora resulta imprescindible que todos nos comprometamos con ellos, y que entre todos seamos capaces de dar soluciones. Salvar la educación es fundamental, y entre todos, podemos.


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