28 D: Elegir a los mejores candidatos

El hecho de que los partidos se alineen a los intereses de un dueño/líder y no de unos ciudadanos que buscan estar representados supone la desconexión entre el pueblo y la élite política

La democracia es el mejor sistema de gobierno de entre los conocidos, al menos el que garantiza un mayor control de las autoridades que se eligen y representan la voluntad popular, pero como todos, tiene sus taras.

La más grave tiene que ver, precisamente, con la falta de democracia interna en los partidos políticos, una circunstancia común en casi todas las democracias del mundo y que alcanza cuotas mayúsculas en Bolivia, puesto que ni siquiera los partidos pueden ser considerados como tal, sino como simples estructuras al servicio de un dueño, que puede ser el mismo líder o, simplemente, el que alquila a un tercero.

Nuestra democracia representativa es débil, porque no podemos elegir al representante que deseamos en unas listas abiertas, sino a aquellos que los partidos han decidido inscribir

La excepción hoy por hoy es el MAS, como en su día fue el MNR, que acabó disuelto en mil pedazos de diferentes tendencias y todavía sobrevive una suerte de matriz manejada muy tácticamente y sin pensar mucho en su histórico legado. Vistos los problemas recientes, en esta suerte de campaña de primarias que Evo Morales ha querido impulsar para lavar un poco su imagen de autoritario e incorporar algunos parámetros modernos en su partido, el MAS puede correr la misma suerte en el mediano plazo, sobre todo si carece de un enemigo externo que cohesione las fuerzas.

El hecho de que los partidos se alineen a los intereses de un dueño/líder y no de unos ciudadanos que tienen sus necesidades y que buscan estar representados supone la desconexión entre el pueblo y la élite política, pero, además, es la simiente de la desnaturalización posterior del sistema democrático, que a menudo hiede a corrupción, cuando el líder que les llevó a la primera plana desaparece por motivos obvios tras la derrota y sus elegidos se convierten en entes al servicio de nadie sabe qué.

Normalmente las atenciones se centran sobre los candidatos ejecutivos, mientras que los candidatos a legisladores pasan normalmente desapercibidos. Normalmente hay discusiones por saber quién serán los colocados en el puesto ejecutivo, aunque por debajo de la mesa se negocian los puestos en la franja de seguridad de concejales y asambleístas.

De esas listas que nadie revisa demasiado salieron, por ejemplo, los senadores y diputados que después se hicieron ministros con Jeanine Áñez, de los que muchos acabaron huyendo del país. De ahí también se tuvo que elegir el interino Lino Condori, que acabó durando cuatro larguísimos años.

A los políticos que controlan esos partidos políticos debemos pedirles hoy responsabilidad para con los ciudadanos, porque de sus decisiones dependerá la capacidad de municipios y departamentos de hacer frente a las crisis que de momento siguen abiertas en el país. Nuestra democracia representativa es débil, porque no podemos elegir al representante que deseamos en unas listas abiertas, sino a aquellos que los partidos han decidido inscribir en lugares de privilegio, y que deberán asumir las responsabilidades legislativas de inmediato en un periodo muy complejo.

Hoy se acaba el plazo, y una vez más es buen momento de recordar y pedir a los partidos que actúen con responsabilidad. Nos jugamos demasiado en el próximo lustro.


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