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Consumir tarijeño, salir de la crisis

Consumir local, en todos los sentidos y posibilidades, supone dar un espaldarazo a los emprendimientos de la tierra y, sobre todo, que los recursos no se vayan hacia otros departamentos o países

Entramos en la recta final del año y los arbolitos de Navidad empiezan a aparecer en las ventanas de los vecinos. Todos tenemos prisa por acabar este insólito 2020, donde apenas en Bolivia la polarización política se ha impuesto por sobre la temible crisis del coronavirus, tanto en el plano sanitario como en el económico.

No hay certezas de que el virus se contenga pronto mientras las corporaciones farmacéuticas siguen en su fratricida lucha comercial por posicionar una vacuna como la mejor sin que de momento haya garantías. En cualquier caso, los poderes económicos y políticos se vienen concentrando en una máxima: Salvar la Navidad.

Con el contrabando, el comerciante, que igual vendería el mismo producto nacional, se queda con entre un 10 y un 15% del precio del producto, el resto se va íntegro a la Argentina  para paliar sus problemas económicos

El mantra no tiene tanto que ver con salvaguardar esas fechas tradicionales destinadas al amor familiar y a compartir con los seres queridos, según el calendario católico – las cenas multitudinarias siguen desaconsejadas en todo el mundo – sino a su aspecto más pragmático: el consumo disparado que acompaña a estas fechas de excesos, incluyendo desplazamientos, viajes, compras y regalos.

En un país como este, donde el comercio es parte cuasi fundacional de su idiosincrasia y que en los últimos años se ha visto incluso sobrepasado por la abundancia de mercadería llegada desde todos los lugares del mundo ante la productividad decreciente, conviene hacer recuerdo de lo que nos jugamos solo con aplicar un consumo responsable y consciente.

Consumir local, en todos los sentidos y posibilidades, supone dar un espaldarazo a los emprendimientos de la tierra y, sobre todo, que los recursos no se vayan hacia otros departamentos o países. Supone que el emprendedor que intenta construir un proyecto o una empresa tenga el respaldo para seguir invirtiendo y creando puestos de trabajo, proyectos que requerirán a la vez el apoyo de otros emprendimientos locales subsidiarios en las mil facetas que supone cualquier aventura económica en este país.

En estos tiempos de estrecheces, la máxima se está aplicando en todos los países y hasta los otrora modernos paladines del libre mercado se han plegado a estas ideas “rancias” que algunos llevan defendiendo desde mucho antes de la revolución del 52 y que siguen cayendo en saco roto. Se trata de hacer un compromiso con la Patria, aunque sea sacrificando otros aspectos en juego en la transacción económica de la compra venta.

Consumir contrabando viene a estar en las antípodas de estos planteamientos. El comerciante, que igual vendería el mismo producto nacional, se queda con entre un 10 y un 15% del precio del producto, el resto se va íntegro a la Argentina – por ejemplo en el caso de Tarija – para paliar sus problemas económicos, que no distan tanto de los nuestros.

En el pasado inmediato y mediato se ha promovido políticas expansivas, pagos de bonos y aguinaldos, para alentar el consumo sin tomar las previsiones necesarias, lo que facilitó que el doble aguinaldo, en su mayoría, se convirtiera en mercadería china propia de fin de año. Los errores no deben repetirse, pero la conciencia debe ser colectiva. Comprar más boliviano y tarijeño es imprescindible para salir de esta.

 


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