Hidrocarburos, la eterna tarea pendiente
Sobre la mesa están múltiples proyectos, múltiples contratos de exportación y una certificación de reservas. El nuevo ministro Franklin Molina Ortiz tiene el desafío de marcar una nueva hoja de ruta
Que el ministro de Hidrocarburos no sea tarijeño no significa que los hidrocarburos hayan dejado de ser un tema central para el departamento de Tarija y también para el país. En horas bajas como las que nos encontramos, el sector sigue aportando importantes divisas para el país y atisba potencialidades todavía por desarrollar que deben ser enfrentadas de una buena vez por el Gobierno.
¿Cómo es posible que un Gobierno interino sin respaldo popular ni legitimidad en las ánforas pueda modificar por su cuenta el contrato más importante del país y ni siquiera dar explicaciones a la Asamblea o al país?
Aunque los “modernos” hablan de superar el gas y de una industria naranja sin chimeneas, lo cierto es que la pandemia ha vuelto a poner a cada uno en su lugar: el ocio y el turismo son importantes vetas de negocio, pero no dejan de ser complementarias a una industria nacional y solvente que es la que en los momentos clave, responde.
En Bolivia y en Tarija se ha instalado la idea de que no hay gas, y a ello han contribuido mucho los últimos Ministros de Hidrocarburos – Luis Alberto Sánchez y Víctor Hugo Zamora -, uno por sus anuncios grandilocuentes y el otro por su inacción absoluta. La realidad es relativamente distinta, pues aunque los reservorios tradicionales empiecen a agotarse, quedan nuevos campos por desarrollar, lugares aptos para la recuperación secundaria y terciaria y, sobre todo, la posibilidad de ingresar a la era del shale gas a través de la controvertida técnica de la fractura hidráulica,
Cada cambio de Gobierno, conocer las reservas de gas reales de un país productor suele ser la clave para planificar el futuro, en esta ocasión, la incógnita es conocer el famoso anexo VIII que Víctor Hugo Zamora y Jeanine Áñez concedieron a Brasil, donde se modificaron aspectos esenciales del contrato firmado en los 90, y que absurdamente se mantiene secreto.
La gestión de Zamora ha develado especialmente ese riesgo. ¿Cómo es posible que un Gobierno interino sin respaldo popular ni legitimidad en las ánforas pueda modificar por su cuenta el contrato más importante del país y ni siquiera dar explicaciones a la Asamblea o al país?
Nada se ha avanzado en un año en materia exploratoria ni en otros proyectos clave de industrialización y el breve paso de Zamora por el Ministerio y el Directorio de YPFB se recordará por múltiples escándalos de corrupción – desde el sobreprecio en catering y negocios con los seguros a comprar diésel a precios exorbitantes cuando el barril de WTI cotizaba en negativo – y, probablemente, por el anexo VIII ni bien se conozcan los detalles que Zamora ocultó y se fue ocultando.
De lo poco que trascendió fue el perdonazo de más unos 70 millones de dólares al año en cuestión de transporte que pasó a asumir Bolivia sin tener clara la contraparte beneficiosa obtenida por este costo. La contraparte para el país, se entiende.
Sobre la mesa están múltiples proyectos, múltiples contratos de exportación y una certificación de reservas. El nuevo ministro Franklin Molina Ortiz tiene el desafío de marcar una nueva hoja de ruta clara que dinamice y saque el mayor beneficio de las riquezas del país para el país. Esperemos que pronto llegue a Tarija para explicar estas situaciones.