La necesidad de industrializar el país

Vienen tiempos de austeridad poco dados al populismo, pero no se puede renunciar a los pilares del Estado soberano de nuevo, pues las consecuencias, como estamos viendo, son fatales

La situación económica es compleja a nivel mundial. El Covid ha dañado la economía real del mundo entero y empieza a afectar a las grandes bolsas de valores en todo el mundo, que con la primera ola no habían dado señales de desgaste, convencidas como estaban de que el mercado no es solución para casi ninguna cosa y sí los Estados, que ya se habían comprometido a hacer cualquier cosa para salvar la economía, por lo que la especulación continuó.

La pandemia ha dictado sentencia también sobre muchos sectores no precisamente productivos, pero que a nivel internacional daban muchos puestos de trabajo y movimientos de divisas. El turismo es uno de ellos y con él, el ocio como apuesta de desarrollo.

Falta todavía mucho recorrido, pero ya ha quedado patente que son los Estados los que están interviniendo para sostener a las familias, y que los países más industrializados y con capacidad de transformar sus capacidades para contribuir a la coyuntura están saliendo más fortalecidos que los que no. Con todo, y aún así, no parece que esta vaya a ser la crisis que acabe con el sistema capitalista como tal, aunque deje tocada la ortodoxia liberal.

En este contexto de post globalización, en el que el proteccionismo imperial de Trump marca la pauta que ya venían aplicando hace años Rusia y China, Bolivia debe definir exactamente su futuro en el campo de la industrialización

En la elección del 18 de octubre se pusieron en juego muchos aspectos emocionales, pero también se confrontaron modelos de país. Aquellos que promovían un Estado dependiente de la inversión extranjera, de la deuda externa y teorizaban sobre una Bolivia de “economía naranja” entregada al turismo, como si de una reserva etnográfica se tratara, salieron derrotados, mientras que los que planteaban un modelo productivo propio salieron victoriosos.

En ese bloque se encuentra el MAS, pese a que en los 14 años de gestión acabó extraviando el rumbo en algunos ejes clave, como la industrialización del gas, del litio o del Mutún, pero también los partidarios de Luis Fernando Camacho, promotor de un modelo agroindustrial que sería poco rentable sin la intervención del estado en forma de subsidio del combustible, exención de impuestos, apertura de mercados, gestión de créditos directos, etc.

En este contexto de post globalización, en el que el proteccionismo imperial de Trump marca la pauta que ya venían aplicando hace años Rusia y China, Bolivia debe definir exactamente su futuro en el campo de la industrialización y dejar los experimentos para cuando el Estado se pueda consolidar por sí solo: las capacidades sanitarias de un Estado pasan ahora a ser el punto número en la evaluación vacacional y de inversión.

La industrialización del gas, la apuesta por el litio, desarrollar el Mutún de una buena vez, etc., deben ser asuntos prioritarios donde invertir los recursos y el margen que todavía queda en el Estado. Vienen tiempos de austeridad poco dados al populismo, pero no se puede renunciar a los pilares del Estado soberano de nuevo, pues las consecuencias, como estamos viendo, son fatales.


Más del autor
¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
Tema del día
Tema del día
Los demonios de la 348
Los demonios de la 348