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Acabar la campaña, despejar la incertidumbre

Bolivia necesita un gobierno legítimo emanado de las ánforas que tenga autoridad para decidir el camino a tomar. Han sido demasiados años de pulso y discrepancia que no benefician al país, sino todo lo contrario

Reina el silencio electoral en Bolivia. Después de la campaña proselitista más larga de la historia aún sin tomar en cuenta que nos encontramos en una especie de segunda vuelta de lo sucedido en octubre de 2019, la obsoleta normativa impone un silencio de tres días antes de la votación, con sus consiguientes Autos de Buen Gobierno y todo tipo de restricciones.

Evidentemente que la campaña sigue, sobre todo en las redes sociales, donde se supone que en este ejercicio se iban a circunscribir por la existencia del virus. Lo estrictamente prohibido es salir a pedir el voto por alguien en particular, pero eso no va a impedir que se sigan moviendo consignas, bulos, ataques y todo tipo de maniobras que los partidos han desatado en su lucha por buscar el voto.

Las encuestas seguían hablando de un 25-30% de indecisos el pasado domingo, y nada hace indicar que estos tres días hayan servido para decidir algo. Los expertos señalan, sin embargo, que de lo que se trata en estas jornadas no es tanto en decidir por quien votar, sino si cambiar tu preferencia vale la pena. Es decir, se vuelve a entrar en el terreno de lo emocional, que últimamente ha marcado cualquier campaña en cualquier lugar del mundo, muy por encima de las propuestas racionales.

En Bolivia, el silencio electoral debería servir para dos cosas: garantizar que el TSE y sus poco eficientes Tribunales Departamentales, cumplen con el reparto del material electoral y dan las suficientes garantías para un proceso que debe ser limpio y transparente, y lograr un compromiso de aceptación de los resultados y no utilización de la violencia por parte de todos, incluido el Gobierno Nacional.

Sin duda hay muchos desafíos en el corto plazo: el mundo está inmerso en una pandemia mundial – al parecer solo superada en Bolivia antes de su cita con las ánforas – que augura una crisis económica de dimensiones bíblicas y que impactará en el país de una forma diferente a la que lo venían haciendo las crisis mundiales precedentes, precisamente porque Bolivia está hoy más conectada al mundo que hace una década.

La conexión se traduce en falta de inversión, de liquidez y en destrucción de empleo. La recuperación no será ni rápida ni fácil, aun descontando la inmensa capacidad de adaptación y sufrimiento que tenemos como nación. Mientras tanto, las campañas venden fiestas, felicidad y sonrisas, una distorsión que de tanto normalizar, se va incorporando: los políticos dicen cada vez menos lo que van a hacer, para que llegado el momento hagan lo que les plazca.

La buena noticia es que la incertidumbre acaba pronto. Bolivia necesita un gobierno legítimo emanado de las ánforas que tenga autoridad para decidir el camino a tomar. Han sido demasiados años de pulso y discrepancia que no benefician al país, sino todo lo contrario. El domingo hay que ir a las ánforas – con todas las medidas de bioseguridad – y aguardar en paz un resultado limpio que el TSE debe garantizar. Es tiempo de trabajar.

DESTACADO.- La recuperación no será ni rápida ni fácil, aun descontando la inmensa capacidad de adaptación y sufrimiento que tenemos como nación


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