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Bolivia y la necesidad de dialogar en el futuro

Nada garantiza más la buena salud de una democracia que un parlamento dividido donde cada reforma de cierto calado deba ser consensuada entre distintos actores de ideologías y estratos diferentes

La campaña electoral ha entrado en una de esas fases histéricas, en las que la obviedad de las encuestas empieza a minar la confianza de los candidatos, que se plantean cual es realmente el sentido de su existencia en esta justa.

El MAS sigue siendo el elemento central sobre el que pivota la campaña. Después de la caída de Evo Morales y todo su Gobierno, las convocatorias fallidas, los nueve meses de investigaciones y acusaciones, más del 40% de la población sigue dando su apoyo al partido azul, que esta vez postula con Luis Arce y un programa “de continuidad”, sin especificar demasiado.

Sobre la posibilidad de que el bloque del MAS vuelva al poder se han organizado los discursos de la campaña. Mientras Arce lo presenta como una esperanza, el resto lo considera el paso previo a la hecatombe y prometen esforzarse a fondo para que el MAS “no vuelva”.

Las discrepancias entre lo que plantea Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho, Tuto Quiroga e incluso Chi Hyun Chung son mínimas. Todos plantean que el MAS no recupere al poder – al menos en este momento -. Todos se encuentran por detrás del MAS en intención de voto, aun así, su argumento es que el 60% de la población no quiere que el MAS vuelva, pero la aritmética electoral - y las encuestas - señala que eso, hoy por hoy, es lo más probable.

En el afán de diferenciarse, unos han optado por la radicalidad y otros por una suerte de moderación camuflada, porque cualquier desliz que moleste a ese 25% de votantes más radicales puede acabar con cualquier expectativa de triunfo.

Más allá de quién acabe siendo el presidente del país, lo bueno de las encuestas es que pronostican que ninguna de las fuerzas políticas tendrá la mayoría en la Asamblea Legislativa Plurinacional, lo cual constituye la mejor de las noticias para el pueblo boliviano

Nuestro régimen presidencialista otorga muchas licencias y subterfugios al poder ejecutivo, sin embargo, la soberanía popular reside en la Asamblea, y nada garantiza más la buena salud de una democracia que un parlamento dividido donde cada reforma de cierto calado deba ser consensuada entre distintos actores de ideologías y estratos diferentes.

Ojalá los que no logren ser Presidentes no desaparezcan de la noche a la mañana y dejen las bancadas sin norte, sino que sean capaces de asumir dirección y destino para los desafíos políticos del momento.

Este aspecto que es esencialmente un pilar de la democracia y una base de la actividad política, se convierte a menudo en mala palabra por intereses torticeros y poses demagogas al servicio de la política populista que se practica hoy en día.

Cualquiera que conforme Gobierno en la próxima legislatura, tendrá necesariamente que hablar y pactar con las demás fuerzas. Ojalá exista un canal institucional para ello y no esos canales opacos de cuartos oscuros basados en la cooptación y la llana corrupción donde todo vale para comprar votos. Ojalá los que no logren ser Presidentes no desaparezcan de la noche a la mañana y dejen las bancadas sin norte, sino que sean capaces de asumir dirección y destino para los desafíos políticos del momento.

Bolivia está frente a una de las citas electorales más importantes de su historia. Un ejercicio democrático que debería alejarse de los tintes y discursos bélicos y apartar los vetos cruzados, para comprometerse con la paz y con el ejercicio del consenso. Bolivia necesita un nuevo comienzo. Y es hablando. 


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