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El desempleo ya llegó a Bolivia

Triplicar la tasa de desempleo en cuatro meses en un país donde el desempleo no está permitido por principio de supervivencia, debería hacer reaccionar a las autoridades de todos los niveles

El Fondo Monetario Internacional (FMI), consideró a finales de 2018 que el 70% de la economía era informal, eso implica una inmensa cantidad de trabajadores a cuenta propia, dependientes de negocios familiares o de ser con tratados por jornal diario tanto en el campo como en la ciudad. En esa frontera de la formalidad precaria se encuentran también miles de trabajadores del sector servicios, que lo hacen apenas con contrato verbal y sin seguro social ni aportes a la AFP, pero también muchos funcionarios públicos contratados como mercancía – consultores en línea – incluso en áreas sensibles.

Bolivia está acostumbrada a sobrevivir crisis, pero ni esta es la misma crisis de siempre, ni vivimos en la misma Bolivia.

El dato del desempleo siempre ha sido algo más simbólico que real. Siempre ha rondado el 3-4%. En un país donde no existe protección social de ningún tipo, el desempleo no es una opción. La mano de obra con baja cualificación se reconvierte continuamente, de albañil a chofer, sin menoscabo de los emprendimientos puntuales, casi siempre comerciales. Los profesionales, por otro lado, suelen acabar aceptando una rebaja en sus pretensiones salariales y renunciando a otras condiciones para acabar encajando en el mercado laboral.

Con una Central Obrera Boliviana ausente absolutamente de estos debates y con una legislación absurdamente rígida en muchos aspectos, el mercado ha operado a sus anchas en la literal oferta y demanda respecto a la fuerza de trabajo. El problema viene ahora, cuando el mercado se ha parado.

Las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) empiezan a ser lapidarias. En julio estima 434.000 personas desocupadas, de las que más de la mitad, es decir, 289.000 personas, han sido afectadas por la pandemia. En términos porcentuales supone un 11,8% de la población económicamente activa en Bolivia – que se estima en 3,6 millones de personas - sin empleo.

El INE no lo dice, pero la Federación de Profesionales sí. La de Tarija advertía el martes que un 70% de su universo estaba afectada y sin trabajo por efectos de la pandemia, esto es, una gran cantidad de profesionales libres: ingenieros, arquitectos, administradores, economistas, e incluso abogados, están teniendo problemas para desenvolverse en estos meses donde la actividad se ha reducido a mínimos.

Triplicar la tasa de desempleo en cuatro meses en un país donde el desempleo no está permitido por principio de supervivencia, debería hacer reaccionar a las autoridades de todos los niveles, y buscar, de alguna forma, una estrategia conjunta que realmente de respuestas a estos asuntos.

La inversión pública, motor esencial del país, se ha paralizado. Las ayudas están yendo a la banca y la gran agroindustria, con escasa incidencia en el empleo, y se ha forzado una pelea cuasi vital por la constitución de un bono que en ningún lado parece vaya a fortalecer en la industria nacional de algún modo.

Bolivia está acostumbrada a sobrevivir crisis, pero ni esta es la misma crisis de siempre, ni vivimos en la misma Bolivia. El consumo se frena, la inversión pública y privada se paraliza, la incertidumbre acogota el empleo, y la plata se va en respiradores dudosos y propagandas. Es urgente reconducir el momento y poner al país como prioridad.


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