Democracia y respeto, clave en el proceso boliviano

Bolivia debe volver a reconocerse, no anularse. Es tiempo de volver a las ánforas. Es tiempo de votar para cerrar las heridas.

El país ya tiene una fecha electoral: el 18 de octubre. En realidad ya la tenía, pero las múltiples modificaciones han hecho necesaria una Ley que despeje todas las dudas y fantasmas de prorroguismo, mamertazos y otros rumores que en estos días de alta tensión no han dejado de crecer.

Evidentemente, ahora se necesita un segundo esfuerzo, que es garantizar que las elecciones son absolutamente limpias para que nadie pueda objetar los resultados, sin duda una misión delicada para Salvador Romero y el resto de integrantes del Tribunal Supremo Electoral.

Para aquellos que entienden la democracia desde la interpelación – cualquier Gobierno puede caer si no actúa correctamente -, resulta más importante recordar su presencia

Sin embargo, la concreción de la fecha no ha disuelto la movilización social en el territorio y no le convendría a nadie ignorarla, pues más allá de la vinculación o no al Movimiento Al Socialismo, están librando su propio pulso de reafirmación ante lo que algunos interpretaban como un fin de ciclo, que el movimiento indígena y popular no acepta.

La conferencia de los representantes del Pacto de Unidad dejó en evidencia las heridas abiertas en los 14 años de Gobierno del Movimiento Al Socialismo respecto a los movimientos sociales, que son distintas a las que se abrieron con el otro sector de la sociedad que se manifestó en octubre y noviembre y acabó con la renuncia de Morales.

Bartolinas, campesinos y obreros – que se cuidaron de confrontar a Morales – cargaron contra las clases medias del MAS, a quienes acusaron de haberles arrebatado el “proceso de cambio”, particularmente en la última parte de la gestión. La aprobación de la Ley de elecciones para el 18 de octubre, desoyendo sus peticiones e incluso sin consultar, les llevó a tildar de “traidores” a la bancada en la Asamblea, que evidentemente no es de un estrato tan popular como en los primeros años.

Para quienes entienden la democracia como el ejercicio de ir a votar cada cinco años, el 18 de octubre es el fin máximo y cualquier cosa que pueda perjudicar la votación ese día parece una locura, de ahí que el propio Morales haya pedido la desmovilización alegando el efecto que puede tener en el voto. Sin embargo, para aquellos que la entienden desde la interpelación – cualquier Gobierno puede caer si no actúa correctamente -, resulta más importante recordar su presencia y advertir que el proceso no ha terminado, que el hecho puntual de asistir a las ánforas.

La Presidenta Jeanine Áñez, en el discurso de la promulgación de la Ley de Elecciones y que podía haber sido uno de los más importante de su Presidencia dado el momento de conflicto, acabó hablando de sus bonos y de sus dos caminos y presentando a un país de unos contra otros, donde la anulación del otro pasa a ser el eje de la acción. Áñez, además, habla de “segunda pacificación” para justificar su candidatura, como si la revuelta popular actual fuera otra historia y no parte de la misma crisis política en la que vive el país desde octubre, o desde antes, como señala Salvador Romero, que insiste en que la única resolución posible a esa crisis pasa por las ánforas.

Bolivia debe volver a reconocerse, no anularse. Es tiempo de volver a las ánforas. Es tiempo de votar para cerrar las heridas. Aquellos que tienen las responsabilidades para que así sea, deben ejercerlas.


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