Lamentable pelea por los bonos
En la crisis actual, apuntalar el empleo estable y crear oportunidades en el corto plazo es más sostenible que un bono, que con suerte, se gastará mayormente en producción nacional, y con mala, se irá al contrabando.
Después de tanto llovido, había sido nomás una cuestión de autorías. La bancada del Movimiento Al Socialismo (MAS), mayoritaria en la Asamblea Legislativa Plurinacional, aprobó en el Senado la Ley del “Bono contra el hambre” dotado con mil bolivianos y que pretende dotarse con recursos de los créditos concedidos por el BIRF y el BID, es decir, con endeudamiento externo.
Hace menos de un mes, la presidenta Jeanine Áñez presentó el “bono Salud”, una herramienta similar al aprobado, pero dotado con 500 bolivianos, y que de la misma forma pretendía llegar a todos los ciudadanos que ya recibieron el bono canasta o el universal. Áñez convirtió este aspecto anecdótico en el eje de su discurso en la efeméride Patria del 6 de agosto y llegó a asegurar que el futuro de Bolivia pasaba por “los bonos”, para lo que pidió a los otros candidatos llegar a un gran acuerdo nacional “por los bonos”, aunque nunca se realizó la convocatoria para este encuentro.
Es tiempo de grandes políticas de Estado y grandes acuerdos, pero la coyuntura electoral, lamentablemente, no lo permite
Áñez presionaba con el “bono Salud” para la aprobación del crédito del Fondo Monetario Internacional, paralizado en el legislativo por observaciones de forma y de fondo. El “bono contra el hambre” toma los recursos contemplados en el convenio con el Banco Mundial para el “Proyecto de Redes de Protección Social de Emergencia por la crisis del Covid-19” de 200 millones de dólares, además de otro similar del BID.
Probablemente, en los próximos días venga la enésima pelea entre unos y otros por la autoría del bono, se cuestionará que se usan fondos ya asignados a los bonos anteriores y será presentado como un gran buque salvavidas en medio de la terrible crisis económica que se avecina. Cualquier persona que administra un hogar durante cinco meses de pandemia sabe que 500 bolivianos son una miseria y por ende, mil la mitad de una miseria, pero miseria al fin cuando de lo que se trata es de dar una salida a las familias que han perdido empleos y han reducido sus ingresos por el impacto de la cuarentena.
Era curioso que la presidenta Jeanine Áñez consagrara su estrategia de diferenciación con el resto a un mecanismo financiero tan escuálido y, a la vez, tan cuestionado. De hecho, las grandes renuncias del MAS en sus 14 años de Gobierno para impulsar de verdad un Estado del Bienestar se han cubierto con bonos: no se logró una mejor educación, pero hubo bono Juancito Pinto; no se dignificó a la tercera edad con rentas dignas, pero hubo Renta Dignidad; no hubo salud de calidad, pero hubo Juana Azurduy, y etcétera.
En tiempos de bonanza, los bonos son valorados, y así lo repetían una y otra vez las encuestas que escrutaban la gestión de Evo Morales. En la crisis actual, apuntalar el empleo estable y crear oportunidades en el corto plazo es más sostenible que un bono, que con suerte, se gastará mayormente en producción nacional, y con mala, se irá al contrabando.
Es tiempo de grandes políticas de Estado y grandes acuerdos, pero la coyuntura electoral, lamentablemente, no lo permite y eso a pesar de que todos están quedando expuestos con lo que sabrían hacer.