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Frenar la violencia, con todas las palabras

Garantizar una fecha electoral cierta con la participación de todos no debería resultar tan difícil para un TSE, que ha recibido el ataque del Gobierno justo después de doblegarse a sus deseos

Es seguro que una inmensa mayoría del país no quiere violencia en este preciso instante, pero los pasos dados por unos y por otros parecen hacerla ineludible. Este editorial puede quedar viejo en cualquier momento, pero vale la pena insistir en la petición de deponer actitudes.

Con Luis Arce Catacora y David Choquehuanca desaparecidos, Evo Morales hablando otra vez de Golpe de Estado, la bancada del MAS en la ALP desmarcándose de los bloqueos, y los dirigentes de los movimientos sociales asegurando que solo necesitan una certificación de que los comicios sí o sí serán el 18 de octubre, la movilización ha empezado a tomar vida propia, alejándose de las tesis netamente partidistas y acercándose a las tesis de la insurrección que algunos querían ver: la plata se acaba y el Covid amenaza.

Al otro lado, los ministros Arturo Murillo y Luis Fernando López hacen lo que saben: advertir y amenazar con intervenir en los bloqueos y airear decretos con instrucciones precisas para generar más presión; el oxígeno y el resto de insumos aparecen luego de bloqueados y se consuman los ascensos al margen del orden constitucional.

La instrumentalización partidaria de la protesta, que suma pocos votos, puede acabar “fuera de control”

El 6 de agosto, que alguna vez debió servir para unir, solo ha servido para avivar las rencillas y los rencores. Gestos infantiles de anulación del otro a la vista de todo el mundo y discursos cínicos que reivindican una unidad por la que no se trabaja.

La pandemia crece, y la economía sufre. En los datos, Bolivia está ya entre los diez países más afectados del mundo, y va a peor, pues ya se dirige a paso firme hacia los 100.000 contagios registrados a pesar de la mínima capacidad diaria de testeo y todos los problemas de suministros. También ha sobrepasado los 3.500 muertos, y va a más.

Enfermos y muertos por Covid se traducen en familias rotas y desestructuradas, además de miles de familias arruinadas antes o después. La actividad económica se ha caído y no se ve la luz al final del túnel, porque los políticos, mientras tanto, discuten de bonos miserables de 500 o mil bolivianos mientras la enfermedad corre libre entre la gente que necesita salir para comer.

La salida debe ser democrática y cuidar la Democracia es el mandato y compromiso de todos en este momento. Garantizar una fecha electoral cierta con la participación de todos no debería resultar tan difícil para un Tribunal Supremo Electoral (TSE), que ha recibido el ataque del Gobierno justo después de doblegarse a sus deseos y atrasar la elección un mes y doce días sobre lo pactado con todas las fuerzas.

La respuesta a la pandemia se ha gestionado tan mal, que nada la va a frenar en ese mes y doce días que va de septiembre a octubre. Urge, por lo tanto, empezar a trabajar en las medidas de bioseguridad, y sobre todo, en garantizar una elección limpia y transparente que no pueda ser cuestionada por nadie.

Es tiempo de frenar la violencia, con todas las palabras.


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