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Pandemia y elecciones

Se esperaba un duelo de relatos alrededor de la democracia, pero la pandemia se cruzó en la definición electoral. El aplazamiento le permite al Gobierno recuperar terreno y tratar de construir un éxito

Consumada la decision del Tribunal Supremo Electoral (TSE) de retrasar las elecciones hasta el 18 de octubre atendiendo a los reclamos que proyectaban un hipotético pico de la pandemia en las primeras semanas de septiembre, y aun quedando pendiente de resolver si realmente el TSE como poder independiente tiene potestad para cambiar la fecha a su gusto y no de forma coordinada con el poder Legislativo, hay que tener en cuenta lo siguiente:

Una elección va de esperanza y de emociones. O al menos así nos lo vienen vendiendo los gurús de la comunicación política de penúltima generación y que insisten en la relevancia del relato, los héroes, los villanos, las condiciones penosas y los salvadores celestiales que todo lo pueden.

El MAS ganó sus elecciones “liberando al pueblo” de la “obscena derecha neoliberal vendepatria” que había enajenado el país. El relato le sirvió casi 14 años. En 2019 sus adversarios capitalizaron lo contrario: había que liberar al pueblo del tirano que había secuestrado el Estado y la democracia para perpetuarse en el país.

Ambos relatos, con sus ejemplos puntuales, iban a librar una batalla esencial y definitiva en la elección de 2020, fijada inicialmente para mayo, una elección que el coronavirus se llevó por delante.

Es verdad que, en el fondo, la lucha entre el ying y el yang que se desarrolló en octubre y noviembre sigue viva en el imaginario, pero una gran parte de la población vive el presente, y el villano ahora es el virus y sus efectos. Todos los partidos van a construir un relato sobre la pandemia y su desempeño, y ahí, el cambio de fecha, no es aséptico.

En septiembre se había fijado el pico y en octubre se supone que se irá de caída. Se supone. Para un Gobierno no es lo mismo llegar a una elección agotado y derrotado por la virulencia de la pandemia que hacerlo con un hálito de esperanza llamado vacuna en el horizonte y los números empezando a contraerse.

Ahora bien, la pandemia es perfectamente manipulable. Muchos países lo han hecho y algunos exitosamente. En función de las pruebas que se hagan y de la forma en que se consoliden los datos estadísticos, la sensación es de derrota o de victoria. Valga como ejemplo el boom de casos en La Paz, que sin embargo cuenta con la tasa de letalidad más baja del país, frente a lo que sucede con Cochabamba, que mientras sus casos suben despacio, sus cementerios se desbordan. Lo cierto es que en La Paz, dice su prensa local, los cementerios están también desbordados, lo que permite deducir que no se están haciendo las pruebas pertinentes a los fallecidos.

Bolivia atraviesa un momento delicado en su historia y puede que esta no sea una crisis más. No es el momento de exitismos ni de acomodar relatos para salir favorecidos en la lucha por el poder. Es el momento del rigor, de la certeza y de la verdad. Del dato frío. El populismo debe quedar aislado y el único antídoto es la transparencia máxima. Es nuestra obligación exigirla.

Destacado.- Lo cierto es que en La Paz, dice su prensa local, los cementerios están también desbordados, lo que permite deducir que no se están haciendo las pruebas pertinentes a los fallecidos.

 


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