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Pongamos otro bono

El bono es lo que es y nadie lo va a dejar en el banco si es que se tramita, pero evidentemente ya todo el mundo sabe que tiene más de electoral que de ayuda real, y que tendrá que seguir viendo la forma de sobrevivir

La presidenta Jeanine Áñez compareció el domingo en una entrevista televisiva que tenía por objetivo mostrar su estado de salud y, también, presentar un nuevo bono universal, esta vez llamado “bono salud”, dotado con la misma raquítica cantidad - 500 bolivianos-, pero que tiene una salvedad: según Áñez, el dinero para ese bono debe salir de los créditos “ofrecidos” por organismos multilaterales y no aprobados en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Áñez no lo citó, pero se refiere evidentemente a los créditos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y que como todos los créditos del organismo tiene condicionamientos públicos y privados, aunque el Banco Central de Bolivia (BCB) ya aclaró que rechazó la sugerencia de devaluación que hizo el Fondo, guardián de la ortodoxia financiera liberal pese a sus fiascos de las últimas décadas.

El planteamiento es un chantaje de manual. Populismo contra populismo, y del que solo podrá salir airoso el que mejor explique su posición

El planteamiento es un chantaje de manual. Populismo contra populismo, y del que solo podrá salir airoso el que mejor explique su posición. Si ya la Asamblea estaba presionada por rechazar esos 300 millones de dólares del FMI, de los que por cierto nadie sabía para que debían servir, incorporar el factor bono lo acaba por enturbiar todo, pues el MAS tendrá que pelear con su gen asistencialista para mantener el ideológico, que ciertamente no está incorporado en la mayor parte de la bancada.

El monto ofrecido por el FMI es mínimo si se compara con otras cantidades que se manejan en países en crisis iguales o peores y ciertamente podría salir de otras fuentes menos gravosas, como las AFP, o dejando de pagar la deuda externa, algo que incluso el ortodoxo Carlos Mesa ha planteado. El ingreso del FMI en la cartera de créditos tiene más que ver con una fiscalización, tantas veces convertida en injerencia, que a estas alturas de la discusión soberanista a nivel mundial está demás.

Por otro lado, el anuncio del nuevo bono, sin entrar a valorar las interpretaciones de los costos financieros que reportaría una inyección de liquidez que muchas veces se va en forma de contrabando, no ha recibido el apoyo popular que presuntamente se podría imaginar. Después de cuatro meses de pandemia, muchos errores en la gestión, muchas carencias al descubierto, muchas promesas incumplidas, muchos empleos destruidos, muchas inversiones paralizadas y muchos sueños frustrados, 500 bolivianos viene a incrementar la incertidumbre y la ansiedad de lo que realmente puede llegar a pasar en el país, porque además ya todo el mundo sabe que 500 bolivianos no alcanzan prácticamente para nada.

El bono es lo que es y nadie lo va a dejar en el banco si es que se tramita, pero evidentemente ya todo el mundo sabe que tiene más de electoral que de ayuda real, y que tendrá que seguir viendo la forma de sobrevivir.

Ahí es donde el Gobierno vuelve a errar el tiro. Las empresas están cerrando, el empleo formal está desapareciendo y con él, miles de funcionarios, dependientes, emprendedores, etc., están cancelando sus sueños, sus inversiones, y moderando muy mucho el consumo. El motor de la economía se frena, y no se levanta destinando 120 millones de bolivianos para ellos y 5.000 a los subsidios de emergencia. Lo electoral no puede nublar lo que ahora mismo Bolivia se está jugando.


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