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Reactivar la economía sin atender la salud

No habrá economía que resista ni se reactive mientras el virus siga campando libre por el país, amenazando a familias, trabajadores, consumidores y comerciantes

La crisis sanitaria crece a pasos agigantados, pero la económica no se queda atrás. Ambas están seguramente íntimamente relacionadas y no está claro que se hayan tomado las medidas oportunas para desacompasarlas.

Con extrema lentitud, el Gobierno empieza a materializar los planes anunciados con bombo y platillos hace más de dos meses en el caso del plan de empleo, y dos semanas en el caso del plan general de reactivación económica.

El plan de empleo prometió 600.000 trabajos de emergencia ya el 1 de mayo, aún con la premisa de implementarse en junio. Los plazos se han ido demorando y los compromisos matizando. Los 600.000 empleos se convirtieron en algún momento en 50.000 empleos al mes, y los empleos de emergencia y baja cualificación acabaron convirtiéndose en subsidios directos con pocas opciones de mantenerse. El plan de empleo sumó críticas a izquierda y derecha por los antecedentes fallidos en medio mundo del estímulo de la demanda.

Mejor acogida tuvo el plan de apoyo a las empresas de todos los tamaños tanto con el plan salario como con el plan que acompañaba, vía crédito, los gastos operativos a un bajo interés. Lo cierto es que sonó mejor de lo que finalmente se aplicó, pues con los bancos como intermediarios, los requisitos se amontonaron y muchas empresas quedaron fuera, sin entrar a valorar además el monto entregado para tal fin. En Tarija se calcula que apenas el 5% de las empresas accedieron a la financiación.

Consolidar el empleo en las empresas privadas es clave en este momento en el que la incertidumbre destruye la inversión y el consumo. Nadie va a darse un festín ni va a construirse una casa si no tiene claro su futuro laboral o empresarial. No se trata de “los que viven del día” ni del 70 por ciento informal que el FMI calcula que sobrevive en este país sino de dar certidumbres a quienes trabajan y arriesgan sus ahorros, que son la palanca para todos los demás.

De los 15.000 millones de bolivianos que se planteaban para la reactivación, apenas 120 millones de bolivianos se están destinando para el crédito 1,2,3

El tema no es nuevo. Es lo que han hecho la mayor parte de los países del mundo occidental con transferencias directas y subsidios para la suspensión temporal de pagos con el compromiso de retomar funciones después de la emergencia sanitaria. El tema es aprendido de la crisis de 2008, que se llevó muchas economías desarrolladas por delante con sus planes keynesianos y de apoyo a la banca hasta que Estados Unidos nacionalizó el sector automotriz y se acabó el dogmatismo liberal.

Que el consumo no se pare es también el objetivo del nuevo crédito 1,2,3 presentado por el Gobierno a la “tasa de interés más baja de la historia”, el 3%, y con mucho énfasis publicitario, sobre todo en redes sociales.

El problema, sin embargo, es el monto. De los 15.000 millones de bolivianos que se planteaban para la reactivación, apenas 120 millones de bolivianos se están destinando para tal fin. Es decir, apenas 400 empresas o 1.800 particulares podrían acceder al monto máximo de 350.000 o 64.000 bolivianos respectivamente.

La economía pende de un hilo y todo esfuerzo parece pequeño, más en estos tiempos. Sin diálogo nacional, cualquier medida es asumida como electoral y transitoria, y lo propio pasa si no se enfrenta la pandemia. No habrá economía que resista ni se reactive mientras el virus siga campando libre por el país, amenazando a familias, trabajadores, consumidores y comerciantes. Lo de las prioridades iba en serio. Es tiempo de repensarlas.


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