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Un acuerdo para una elección cada vez más necesaria

El Gobierno se ha quedado sin argumentos para oponerse a la elección – probablemente imprudente – al haber impulsado el retorno a la normalidad en medio del crecimiento exponencial de la pandemia

Después de mucha presión, el siempre tibio Salvador Romero ha empezado a moverse discretamente buscando un acuerdo político que garantice una fecha de realización de elecciones luego de que se dieran dos movimientos fundamentales, uno de mucho más riesgo que el otro.

El primero lo verbalizó Evo Morales en sus redes sociales, como anticipándose a lo que ya la Asamblea venía aceptando, como quién recuerda que sigue mandando. La cuestión es que Morales dio una instrucción sin dobleces de negociar una nueva fecha de elecciones con un consenso más amplio, que no más legítimo: El MAS tenía toda la potestad, por sus dos tercios, de marcar la cancha en ese asunto, ahora bien, forzar la fecha le supuso un desgaste importante.

Todo parece apuntar a que esto no ha hecho más que empezar. Consultar a los ciudadanos sobre la mejor forma de salir de esto es sin duda una buena idea.

El otro movimiento lo ha dado el Gobierno de Jeanine Áñez al desentenderse por completo de la cuarentena. En realidad ya lo hizo a finales de abril, cuando con anticipación decretó una “cuarentena dinámica” que involucraba a los poderes locales, y lo ha profundizado a finales de mayo, decretando la vuelta al trabajo, micros incluidos, para después dejarle la responsabilidad de regular ese mismo decreto a alcaldes y subgobernadores.

El giro en los acontecimientos es dramático, básicamente porque por el medio se está jugando con la salud de la población, y toda estrategia parece acomodarse a los intereses electorales más que a los puramente médicos.

Postergar un mes más las elecciones, es decir, hacerlas a primeros de septiembre y no a finales de julio, fecha que impuso el MAS en un mal cálculo no afectará, dará más tiempo para la agonía y la instrumentalización política de la crisis, donde quién más tiene que perder es el ciudadano.

El partido – Gobierno Juntos se había opuesto frontalmente a la realización inmediata de elecciones sin saber dar argumentos para ello. Lo de “priorizar la salud”, que era lo recurrente, ha quedado superado por los acontecimientos, pues el Gobierno es quién más ha impulsado el levantamiento de la cuarentena con argumentos falaces justo cuando la ola de contagios ha empezado a subir.

Evidentemente se deben tomar las previsiones correctas para que la población acuda a los colegios electorales – por entonces vacíos – para ejercer su voto con la distancia de seguridad y limpieza suficiente, eludiendo las aglomeraciones. Ampliando los horarios o incrementando las mesas, el tema no era más difícil de controlar que los minibuses en El Alto o cualquier celebración evangélica en cualquier barriada, ergo, no se puede seguir oponiéndose al voto popular mientras se impulsa el retorno a la normalidad, que en el caso de Bolivia está teniendo poco de “nueva”.

El país no se va a electoralizar de la noche a la mañana, ni la carrera presidencial va a opacar lo que pasa en las calles, en los hospitales y en los cementerios. Ojalá el Gobierno recupere el sentido de responsabilidad que ha dejado a un lado y asuma el deber no pensando en lo mejor para ellos y para su candidatura sino en lo mejor para el país. Todo parece apuntar a que esto no ha hecho más que empezar. Consultar a los ciudadanos sobre la mejor forma de salir de esto es sin duda una buena idea.


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