El rumbo de los hidrocarburos en Bolivia
En la tormenta económica “perfecta” desatada por el coronavirus, el asunto de los hidrocarburos es a la vez víctima y salvación para Bolivia, que merecería un Gobierno estable capaz de analizar y tomar decisiones en el punto exacto. Sin embargo, el país padece de una interinidad...
En la tormenta económica “perfecta” desatada por el coronavirus, el asunto de los hidrocarburos es a la vez víctima y salvación para Bolivia, que merecería un Gobierno estable capaz de analizar y tomar decisiones en el punto exacto. Sin embargo, el país padece de una interinidad demasiado concentrada en su propio futuro, que ha llevado a sus responsables a estar más atentos de repartir barbijos que de coordinarse para dar un discurso único respecto al sector clave de la economía nacional, por mucho que a algunos les guste relativizarlo o quitarle importancia.
La caída del precio del petróleo, que tendrá su efecto en el precio del gas a corto plazo, ha dejado en evidencia la disparidad de opiniones entre el presidente de YPFB, Herland Soliz, y el ministro de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora, así como la volatilidad de las opiniones de estos, que han girado de un extremo a otro en apenas unas semanas.
YPFB difundía la semana pasada un documento de cinco páginas en el que relativizaba la caída de precios, y apostaba por los proyectos de industrialización y por abastecer con energía barata a los sectores productivos internos para revertir la situación.
El problema del precio de los hidrocarburos no es solo coyuntural, como los cortoplacistas de siempre quieren presentar. El coronavirus ha llegado para cambiar muchas convenciones que creíamos escritas en piedra.
Al día siguiente, Víctor Hugo Zamora, como ajeno al propio documento, agitaba el “tótem” de la privatización en declaraciones recogidas por Erbol: “Esto nos va a costar más de un lustro para que podamos recuperarnos y eso significa que debemos adoptar políticas de recuperación, de inversión ya sea a través del Estado, terceros, socios estratégicos, lo que quieran llamarle pero necesitamos inversiones para que el negocio de los hidrocarburos se recupere”, detalló.
Hace unos meses, cuando Zamora asumió el cargo del Ministerio, exhibió el manual liberal clásico: exportar o morir, inversión extranjera, no facilitar gas a empresas productivas nacionales como las cementeras de occidente y permitió que se mantengan los proyectos sobre Tariquía, por ejemplo.
Herland Soliz, que llegó al cargo luego de que renunciaran a su antecesor en pocas semanas para dejar la empresa en manos de la Gobernación cruceña, también ha girado sus precisiones respecto a la industrialización en el país y las potencialidades del mercado interno frente al de exportación, aunque sea por cuestiones transitorias.
El problema del precio de los hidrocarburos no es solo coyuntural, como los cortoplacistas de siempre quieren presentar. El coronavirus ha llegado para cambiar muchas convenciones que creíamos escritas en piedra. Los expertos señalan que habrá más teletrabajo, más desplazamientos privados y menos públicos, más turismo nacional y menos vuelos internacionales, y sobre todo, un giro en la visión que potenciará la producción interna frente a la exportación.
De seguro, Soliz y Zamora preferirían seguir pensando que la venta de restos de gas a Brasil, que no ha dudado en recortar la importación en el momento de crisis, era la salvación. Lo cierto es que será la industrialización y el consumo interno, tantas veces demonizados, lo que llegue como balón de oxígeno en un momento de incertidumbre.
Cualquiera que asuma un cargo con un objetivo concreto y manifestado, y en el corto plazo tuviera que cambiarlo no solo diametralmente, sino enfocarlo en lo tantas veces criticado, debería, por decencia profesional, dar un paso al costado y no esperar a que le cueste la cabeza, pero en un sector con tan jugosos contratos de diésel, de seguros y tantas otras dádivas al alcance, no parece un escenario previsible.
La caída del precio del petróleo, que tendrá su efecto en el precio del gas a corto plazo, ha dejado en evidencia la disparidad de opiniones entre el presidente de YPFB, Herland Soliz, y el ministro de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora, así como la volatilidad de las opiniones de estos, que han girado de un extremo a otro en apenas unas semanas.
YPFB difundía la semana pasada un documento de cinco páginas en el que relativizaba la caída de precios, y apostaba por los proyectos de industrialización y por abastecer con energía barata a los sectores productivos internos para revertir la situación.
El problema del precio de los hidrocarburos no es solo coyuntural, como los cortoplacistas de siempre quieren presentar. El coronavirus ha llegado para cambiar muchas convenciones que creíamos escritas en piedra.
Al día siguiente, Víctor Hugo Zamora, como ajeno al propio documento, agitaba el “tótem” de la privatización en declaraciones recogidas por Erbol: “Esto nos va a costar más de un lustro para que podamos recuperarnos y eso significa que debemos adoptar políticas de recuperación, de inversión ya sea a través del Estado, terceros, socios estratégicos, lo que quieran llamarle pero necesitamos inversiones para que el negocio de los hidrocarburos se recupere”, detalló.
Hace unos meses, cuando Zamora asumió el cargo del Ministerio, exhibió el manual liberal clásico: exportar o morir, inversión extranjera, no facilitar gas a empresas productivas nacionales como las cementeras de occidente y permitió que se mantengan los proyectos sobre Tariquía, por ejemplo.
Herland Soliz, que llegó al cargo luego de que renunciaran a su antecesor en pocas semanas para dejar la empresa en manos de la Gobernación cruceña, también ha girado sus precisiones respecto a la industrialización en el país y las potencialidades del mercado interno frente al de exportación, aunque sea por cuestiones transitorias.
El problema del precio de los hidrocarburos no es solo coyuntural, como los cortoplacistas de siempre quieren presentar. El coronavirus ha llegado para cambiar muchas convenciones que creíamos escritas en piedra. Los expertos señalan que habrá más teletrabajo, más desplazamientos privados y menos públicos, más turismo nacional y menos vuelos internacionales, y sobre todo, un giro en la visión que potenciará la producción interna frente a la exportación.
De seguro, Soliz y Zamora preferirían seguir pensando que la venta de restos de gas a Brasil, que no ha dudado en recortar la importación en el momento de crisis, era la salvación. Lo cierto es que será la industrialización y el consumo interno, tantas veces demonizados, lo que llegue como balón de oxígeno en un momento de incertidumbre.
Cualquiera que asuma un cargo con un objetivo concreto y manifestado, y en el corto plazo tuviera que cambiarlo no solo diametralmente, sino enfocarlo en lo tantas veces criticado, debería, por decencia profesional, dar un paso al costado y no esperar a que le cueste la cabeza, pero en un sector con tan jugosos contratos de diésel, de seguros y tantas otras dádivas al alcance, no parece un escenario previsible.
