Espacio publicitarioEspacio publicitarioEspacio publicitario

Elecciones, sin prisa pero sin pausa

Desde que el 10 de marzo estalló la crisis del coronavirus en Bolivia, los diferentes sectores y actores de la política han hecho esfuerzos por mantenerse al margen de la lucha partidaria. Unos más y otros menos, y por momentos incluso se ha logrado, aunque haya durado poco. Las elecciones...

Desde que el 10 de marzo estalló la crisis del coronavirus en Bolivia, los diferentes sectores y actores de la política han hecho esfuerzos por mantenerse al margen de la lucha partidaria. Unos más y otros menos, y por momentos incluso se ha logrado, aunque haya durado poco.

Las elecciones se convirtieron en el gran objetivo para la reconciliación del país luego de la crisis de octubre y noviembre, que acabaron con Evo Morales en el exilio y Jeanine Áñez en el Gobierno. El Movimiento Al Socialismo (MAS) cooperó incluso extrañamente en la salida política, pacificando primero las diferentes regiones salvo los dos casos de violencia extrema aún sin investigar: Senkata y Sacaba, y fijando la fecha después para el 3 de mayo, dando además toda la legalidad a la extensión del mandato de asambleístas y por ende, de la Presidenta.

Es verdad que buena parte de los consensos políticos se rompieron el día que Jeanine Áñez anunció su candidatura presidencial, que ya había quedado claro en su discurso del Día del Estado Plurinacional del 22 de enero, en el que dio por superada la tarea encomendada y enumeró logros y proyectos de futuro al más puro estilo proselitista, y confirmó tres días después en un acto en el hotel ex Radisson.
La cuarentena infinita, sin estrategia médica que permita enfrentarla y con las limitaciones económicas propias del manual ortodoxo, solo auguran un desastre social en el corto o mediano plazo
El MAS se frotó las manos mientras el bloque que se atribuía la derrota de Evo Morales volvía a quedar dinamitado en mil pedazos, incluso más consistentes que los que concurrieron a las elecciones de octubre 2019. El argumento del uso abusivo del poder cambió de manos a toda velocidad, las encuestas marcaban claras tendencias.

De repente – es un decir – el coronavirus golpeó a Bolivia, que andaba entretenida en asuntos más mundanos. Sin laboratorios, sin camas UCI, sin reactivos para pruebas masivas que ya para el 10 de marzo se sabían que eran la clave para la contención, el Gobierno optó por el manual de los últimos meses: cuarentena militarizada y bonos caritativos para enfrentar una situación sin una fecha clara de finalización.

La cuarentena infinita, sin estrategia médica que permita enfrentarla y con las limitaciones económicas propias del manual ortodoxo, solo auguran un desastre social en el corto o mediano plazo. Lo importante ahora no son las elecciones, sino evitar precisamente ese desastre, y para ello se ha propuesto en varias ocasiones una mesa de diálogo nacional con todos los sectores involucrados, que hasta la fecha no fructifica.

La interinidad, que podía haber sido virtud para una situación como esta, se convirtió en carga, pero ya no hay forma de ir hacia atrás. Lo importante hoy es garantizar a la gente que las elecciones se van a llevar a cabo, y vincularlas evidentemente al fin de la cuarentena.

Nadie puede pretender que los niños vuelvan al colegio, pero que las elecciones se demoren un año. Nadie debería apurarse por otros cálculos que no sean los puramente médicos, y en eso, en una respuesta sanitaria contundente, debería concentrarse ahora cualquier gobierno.

Más del autor
El hombre que se retira
El hombre que se retira
Tema del día
Tema del día
Las prisas lentas de YPFB
Las prisas lentas de YPFB