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El mar de gas había sido “fracking”

La gestión política del Ministerio de Hidrocarburos durante el Gobierno de Evo Morales empezó con banderas nacionalistas y soberanistas y acabó entregada a las leyes del mercado: prácticamente una versión actualizada del “exportar o morir”, y subordinando cualquier decisión a los...

La gestión política del Ministerio de Hidrocarburos durante el Gobierno de Evo Morales empezó con banderas nacionalistas y soberanistas y acabó entregada a las leyes del mercado: prácticamente una versión actualizada del “exportar o morir”, y subordinando cualquier decisión a los teóricos beneficios que las transnacionales calculaban,

El exministro Luis Alberto Sánchez fue quien sin duda acabó enterrando los principios rectores que sustanciaron la Guerra del Gas de 2003 y sus posteriores acciones políticas: Nacionalización, soberanía, industrialización, para buscar los caminos más cortos y rápidos que permitieran sostener el eje fundamental del Gobierno, que a esas alturas ya solo era la reproducción del poder en sí mismo, y para lo cual, se necesitaban cantidades ingentes de efectivo.

En las primeras gestiones se encaminó la industrialización con la renegociación de contratos, con la concreción de las separadoras de líquidos – que tardaron mucho más de lo esperado – y con el inicio de la industrialización. Con la llegada de Sánchez al Ministerio, todo eso quedó paralizado y se concentró en lo inmediato: multiplicar reservas para seguir exportando como fuera.
El fracking perfora las rocas horizontalmente y las dinamita para liberar el gas contenido, dañando el medio ambiente pero haciendo la exploración “más rentanble”
El derrumbe de los precios del gas en 2014 se debió, esencialmente, al triunfo del fracking. A la validación mundial, Estados Unidos mediante, de que había una forma más efectiva y económica de encontrar hidrocarburos y que acelerando los procesos se podía lograr mayores márgenes de rentabilidad. Obviamente, el planeta importaba nada.

El Ministro Sánchez, posesionado en aquellos tiempos, elaboró un plan primero para “seducir” a las petroleras a que invirtieran en Bolivia con menos riesgo – Ley de incentivos -, y después facilitando el acceso a zonas protegidas – Tariquía – y abriendo las puertas a las técnicas no convencionales: el temido fracking.

El expresidente Evo Morales bendijo todo esto dejando claro que el discurso pachamamista había pasado a la historia y que solo quedaba para engatusar a los feligreses internacionales en la tribuna de la ONU y poco más.

Sánchez acuñó una serie de frases muy a su estilo siempre-positivo-nunca-negativo-siempre-festivalero, y tal vez la más famosa fue la de que Bolivia tenía “un mar de gas”. La desafortunada coincidencia con el fracaso en La Haya y con el agujero más profundo del mundo en Boyuy – sin resultados – lo hizo carne de meme, pero evidentemente, Sánchez se refería al hidrocarburo no convencional, para cuya extracción es necesario el uso de la técnica del fracking.

En resumidas cuentas, el fracking perfora verticalmente hasta la cota acordada y desde ahí en horizontal. Después dinamita toda la roca y libera el hidrocarburo. Los ecologistas dicen que por el camino destruye los acuíferos y todo lo que encuentre. Los pachamamistas, que acelera el curso natural de la vida. Los economistas, que es más barato.

El actual Gobierno ha decidido continuar con el plan de fracking en Miraflores que impulsó Sánchez y bendijo Morales, y todavía hacerlo mientras se mofa del “mar de gas” aunque habla de los mismos 400 TCF.

La decisión no es menor y deberá defenderse con más argumentos que simples chascarrillos sobre el Gobierno anterior. El equilibrio ambiental del cono sur puede estar en juego.

 

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