El frente único y el voto borrego
La libertad de expresión sirve de muy poco si de verdad no existe la libertad de pensamiento. Pensar diferente es un derecho legítimo de toda la humanidad. Discrepar, cuestionar, exigir más explicaciones, ver las cosas de diferente manera. Es lo lindo de la civilización, de los seres humanos...
La libertad de expresión sirve de muy poco si de verdad no existe la libertad de pensamiento. Pensar diferente es un derecho legítimo de toda la humanidad. Discrepar, cuestionar, exigir más explicaciones, ver las cosas de diferente manera. Es lo lindo de la civilización, de los seres humanos que aprendieron a convivir juntos y acordaron unas normas de convivencia – la Justicia -, que no necesariamente exige pensar lo mismo en todos los asuntos, aunque sí en muchos.
Cada cierto tiempo, las sociedades organizadas acuden a las ánforas para elegir a aquellos que van a dirigir las riendas del poder en los siguientes años. Aunque su poder resida en que ese cargo les da el control sobre las fuerzas de represión del Estado, Policía y Militares, son los ciudadanos comunes los que dirimen la idoneidad de la persona que tomará esas riendas mediante un sistema que se llama “voto universal” y que en Bolivia está vigente solo desde 1952 y en la práctica, desde hace menos.
El sábado en Santa Cruz se reunieron cinco candidatos diferentes en una convocatoria que les instaba a unirse por encima de todas las cosas, sin que importara demasiado entrar ya no al detalle del programa y la propuesta, sino por lo menos a unas líneas generales mínimas de consenso.
Resulta cómico volver a reflexionar sobre este tipo de cosas en pleno siglo XXI y luego de haber avanzado - se supone - hacia formas participativas más inclusivas, intermediadas con la tecnología y donde se supone que los ciudadanos, aunque sea a través de las redes sociales, tienen más voz, y donde ya hay mecanismos que permiten validar decisiones con respaldo popular más allá de ir a votar cada cinco años.
El pensamiento único es una tentación que sobre todo se imponen desde las cúpulas hacia abajo, es decir, hacia los cuadros medios del partido primero y hacia los militantes después. Normalmente empieza como una estrategia defensiva contra una amenaza externa; o como el único camino válido hacia la toma del poder. Eliminar la divergencia programática y los matices ideológicos pasa a ser una obsesión para aquellos que tratan de conservar el poder a toda costa dentro de la estructura.
El Movimiento Al Socialismo, sin ir más lejos, ha sido un ejemplo en lo que a purgas ideológicas se refiere casi desde antes de asumir el poder, y con mucha fuerza en sus primeros años. Una vez que los que ganaron la pulseta impusieron sus principios, fueron cayendo los que plantearon alguna divergencia - librepensantes les decían – aun sin cuestionar a fondo los pilares y orientaciones del partido. La deriva posterior del Instrumento Político es de sobra conocida.
El sábado en Santa Cruz se reunieron cinco candidatos diferentes en una convocatoria que les instaba a unirse por encima de todas las cosas, sin que importara demasiado entrar ya no al detalle del programa y la propuesta, sino por lo menos a unas líneas generales mínimas de consenso.
El resultado fue el previsto: no hubo acuerdo, pero no deja de ser preocupante que un ente que representa a grandes sectores empresariales, corporativos e institucionales; o las ONG que se han apropiado de “las pititas” y cuyo financiamiento es opaco, tengan el poder para convocar y exigir un frente único porque sí.
Es verdad que el MAS ha castrado el desarrollo de una izquierda nacional o progresista en Bolivia; pero también es verdad que dentro del centro derecha hay demasiados matices entre lo económico y lo moral como para creer que todo se puede meter en un mismo saco y pedirle a los ciudadanos que voten como borregos.
Lo mejor que le puede pasar al país hoy es que los partidos y sus líderes se esfuercen en explicar sus programas, en decir qué pretenden hacer con cada cosa y dejarse de generalidades del tipo “lo analizaremos entonces”, “hay que ver la situación real”, “consultaremos”, etc.
El 3 de mayo Bolivia debe salir reforzada democráticamente, más madura y más consciente, y para eso es preciso acabar con las consignas y con los frentes épicos y entrar a detallar las cosas importantes. No queda mucho tiempo que perder, y los ciudadanos merecen ese respeto.
Cada cierto tiempo, las sociedades organizadas acuden a las ánforas para elegir a aquellos que van a dirigir las riendas del poder en los siguientes años. Aunque su poder resida en que ese cargo les da el control sobre las fuerzas de represión del Estado, Policía y Militares, son los ciudadanos comunes los que dirimen la idoneidad de la persona que tomará esas riendas mediante un sistema que se llama “voto universal” y que en Bolivia está vigente solo desde 1952 y en la práctica, desde hace menos.
El sábado en Santa Cruz se reunieron cinco candidatos diferentes en una convocatoria que les instaba a unirse por encima de todas las cosas, sin que importara demasiado entrar ya no al detalle del programa y la propuesta, sino por lo menos a unas líneas generales mínimas de consenso.
Resulta cómico volver a reflexionar sobre este tipo de cosas en pleno siglo XXI y luego de haber avanzado - se supone - hacia formas participativas más inclusivas, intermediadas con la tecnología y donde se supone que los ciudadanos, aunque sea a través de las redes sociales, tienen más voz, y donde ya hay mecanismos que permiten validar decisiones con respaldo popular más allá de ir a votar cada cinco años.
El pensamiento único es una tentación que sobre todo se imponen desde las cúpulas hacia abajo, es decir, hacia los cuadros medios del partido primero y hacia los militantes después. Normalmente empieza como una estrategia defensiva contra una amenaza externa; o como el único camino válido hacia la toma del poder. Eliminar la divergencia programática y los matices ideológicos pasa a ser una obsesión para aquellos que tratan de conservar el poder a toda costa dentro de la estructura.
El Movimiento Al Socialismo, sin ir más lejos, ha sido un ejemplo en lo que a purgas ideológicas se refiere casi desde antes de asumir el poder, y con mucha fuerza en sus primeros años. Una vez que los que ganaron la pulseta impusieron sus principios, fueron cayendo los que plantearon alguna divergencia - librepensantes les decían – aun sin cuestionar a fondo los pilares y orientaciones del partido. La deriva posterior del Instrumento Político es de sobra conocida.
El sábado en Santa Cruz se reunieron cinco candidatos diferentes en una convocatoria que les instaba a unirse por encima de todas las cosas, sin que importara demasiado entrar ya no al detalle del programa y la propuesta, sino por lo menos a unas líneas generales mínimas de consenso.
El resultado fue el previsto: no hubo acuerdo, pero no deja de ser preocupante que un ente que representa a grandes sectores empresariales, corporativos e institucionales; o las ONG que se han apropiado de “las pititas” y cuyo financiamiento es opaco, tengan el poder para convocar y exigir un frente único porque sí.
Es verdad que el MAS ha castrado el desarrollo de una izquierda nacional o progresista en Bolivia; pero también es verdad que dentro del centro derecha hay demasiados matices entre lo económico y lo moral como para creer que todo se puede meter en un mismo saco y pedirle a los ciudadanos que voten como borregos.
Lo mejor que le puede pasar al país hoy es que los partidos y sus líderes se esfuercen en explicar sus programas, en decir qué pretenden hacer con cada cosa y dejarse de generalidades del tipo “lo analizaremos entonces”, “hay que ver la situación real”, “consultaremos”, etc.
El 3 de mayo Bolivia debe salir reforzada democráticamente, más madura y más consciente, y para eso es preciso acabar con las consignas y con los frentes épicos y entrar a detallar las cosas importantes. No queda mucho tiempo que perder, y los ciudadanos merecen ese respeto.