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Presidenta y candidata

Todos los políticos son esclavos de sus palabras. Lo son hasta que deciden dejar de serlo e inician esa fase de argumentación hasta que le dan la vuelta a la media. Finalmente son los votantes los que exoneran o condenan, y en función de la severidad del resultado, se permite otra vida...

Todos los políticos son esclavos de sus palabras. Lo son hasta que deciden dejar de serlo e inician esa fase de argumentación hasta que le dan la vuelta a la media. Finalmente son los votantes los que exoneran o condenan, y en función de la severidad del resultado, se permite otra vida política o no. Porque lo cierto es que, como los gatos, casi siempre caen de pie.

La Presidenta Jeanine Áñez asumió el cargo con la venia del Tribunal Constitucional y las Fuerzas Armadas, que le juraron lealtad. A Áñez se le encomendó una misión: convocar elecciones. Luego vino eso de la pacificación por las marchas incitadas y los decretos que liberaban de responsabilidad penal a los militares en tareas de represión.

Efectivamente, Áñez dijo concentrarse en esas funciones, y lo cierto es que la bancada del MAS en la Asamblea Plurinacional ha facilitado en mucho ese periodo de transición convocando las elecciones excepcionales primero, seleccionando vocales del TSE después y ampliando los mandatos de todas las autoridades al último. También callando ante la militarización del país o con el cada vez más tibio esclarecimiento de lo sucedido en Senkata y Sacaba.

Áñez habló alto y claro desde el pie de la escalinata de Palacio Quemado. “Lo que tenía que hacer, ya lo he hecho”. Y de ahí empezó a detallar las otras medidas que no tenía que hacer, pero que su Gobierno está haciendo, y que en los tiempos actuales son presentadas siempre como electorales: rebaja de energía, “lucha contra la inseguridad”, reducción de trámites burocráticos, cambio de la política exterior, etc.

La campaña lanzada por sus ministros horas antes del discurso: “#¿YSiFueraElla?”, y las preguntas posteriores de Bolivia TV a todos los asistentes sobre las posibilidades de Áñez de ser candidata dejan muy poco margen a la interpretación.

Es costumbre entre nuestros políticos decir una cosa y hacer la contraria al poco tiempo. Morales dijo que “se tenía que ir calladito” y después buscó la habilitación para el 20 de octubre; Carlos Mesa pasó una legislatura negando sus intenciones para lanzar su campaña una semana después de perder el mar; Luis Fernando Camacho negó durante los 20 días de paro su ambición de ser Presidente, desveladas apenas al mes siguiente…

La cuestión es que Jeanine Áñez está en su perfecto derecho de lanzarse como candidata en esta elección, y además, de no abandonar el cargo Presidencial porque así lo señala la Constitución Política del Estado y una posterior sentencia del Constitucional, interpretada además en el Pacto de San José, de la que nadie habla.

No existe ningún dilema ético al respecto de sus ambiciones, y conforme pasan los días, tampoco sobre sus posibilidades respecto a otros muchos de los candidatos anunciados a bombo y platillo sin respaldo alguno.

Por otra parte, visto lo visto y con la cantidad de temas urgentes, sobre todo en hidrocarburos, que requieren de decisiones, acciones y contratos, más vale una Presidenta – Candidata que se haga cargo de todas sus decisiones de aquí al 3 de mayo, en vez de una Presidenta de perfil bajo que solo anote en el calendario su fecha de partida al paraíso fiscal más cercano. Es tiempo de ser consecuentes.

DESTACADO.- Más vale una Presidenta – Candidata que se haga cargo de todas sus decisiones de aquí al 3 de mayo, en vez de una Presidenta de perfil bajo que solo anote en el calendario su fecha de partida al paraíso fiscal más cercano

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