Espacio publicitarioEspacio publicitarioEspacio publicitario

El fracaso de la ONU con el clima

La enésima cumbre del clima arrancó ayer en Madrid. En realidad no es la enésima, sino la 25, y debía realizarse en Chile, un país que debate ahora mismo un modelo de desarrollo que, al menos, sea sostenible para las personas y las familias, y precisamente por eso, por la virulencia de las...

La enésima cumbre del clima arrancó ayer en Madrid. En realidad no es la enésima, sino la 25, y debía realizarse en Chile, un país que debate ahora mismo un modelo de desarrollo que, al menos, sea sostenible para las personas y las familias, y precisamente por eso, por la virulencia de las reivindicaciones, fue llevado a la capital de España en un gesto que se viene repitiendo demasiado a menudo.

La cumbre arranca con pleno de políticos encopetados muy estudiados en sus discursos y ausencias notables. Aunque eso no importe en las crónicas casi siempre financiadas por los dueños de la energía y sus socios, aunque ahora se disfracen de transnacionales verdes dispuestos a hacer transformaciones profundas.

El secretario General de la ONU, Antonio Guterres, vuelve a clamar por los objetivos de reducción de emisiones de dióxido comprometidas en la Cumbre de París de 2015, fecha en la que se materializó el compromiso con miras en 2050 y que en apenas cuatro años ya se da por fracasado. Trump ha empezado los trámites para salir de ese acuerdo; China no da señales de vida; Rusia no ha desarrollado los protocolos y tampoco la pudorosa Unión Europea, siempre tan “in” en estos asuntos de la solidaridad global y tan poco concreta después del discurso.
El cambio climático se ha convertido en una suerte de producto de consumo, como la propia Greta y la marca COP, rotativa, anual, que circula por todas las capitales del mundo gastando millonadas sin dar sensaciones de mejoría alguna
El acuerdo de París se firmó casi con la soga al cuello, con presión de muchas ONG con intereses concretos y en un tiempo en el que el precio de los hidrocarburos y el desarrollo de energías alternativas tocaban un punto de inflexión: el de la rentabilidad económica. Eran tiempos de zozobra para la OPEP, pero la ralentización china ya había advertido de una (otra) inminente recesión global. En tiempos de incertidumbre, todo se vuelve caro, o inviable, y como siempre, cada cual resuelve sus problemas con lo que tiene a mano.

El problema del clima es evidentemente político, como bien sabe la activista Greta Thunberg y todo el equipo que la creó, pero la solución va mucho más allá de que unos políticos encorbatados decidan invertir en un lado o en otro, y exigir unas cosas u otras. El cambio climático no es un asunto millenial que se resuelva con hashtag virales; es un asunto de fondo que se resuelve con justicia social.

El cambio climático se ha convertido en una suerte de producto de consumo, como la propia Greta y la marca COP, rotativa, anual, que circula por todas las capitales del mundo gastando millonadas sin dar sensaciones de mejoría alguna. De la misma forma, las licencias y tecnologías adecuadas se han revalorizado incluso antes de probar su efectividad, lo que hace que cualquier intento sea en sí una quimera y cualquier idea, víctima del capitalismo más primitivo.

El propio pachamamismo, al que se abonó Evo Morales en sus primeros años, ha ido mutando hacia una suerte de comunión subordinada a los intereses del Estado; un concepto demonizado sobre todo por aquellos que no tuvieron reparos en arrasar su propia tierra y la de sus colonias, y ahora quieren salvaguardar territorios vírgenes para hacer cruceros y expediciones.

El problema de las COP es precisamente que cada vez interesan a menos gente, y que se explicita cada vez más a quien benefician y a quien perjudican, aunque algunos de los beneficiados se hagan incluso los enojados. De lo que se habla es de Soberanía, no del mundo feliz. Sería bueno que Naciones Unidas empiece a revisar su propio sistema de participación multilateral, no para orientarse hacia la peregrina caridad, sino hacia la equidad real, antes de continuar en la senda de su propia autodestrucción.

 

Más del autor
El desapego
El desapego
Frente único
Frente único
Europa y el fin de la utopía
Europa y el fin de la utopía