La proporcionalidad de la fuerza y la coherencia de la negociación
El enfrentamiento en Senkata ha marcado otro día negro en el país, y ya van muchos. El Gobierno optó por desbloquear la planta estratégica para el suministro de hidrocarburos en La Paz y El Alto y los bloqueadores, que inicialmente no pusieron demasiada resistencia, estallaron después, tal...
El enfrentamiento en Senkata ha marcado otro día negro en el país, y ya van muchos. El Gobierno optó por desbloquear la planta estratégica para el suministro de hidrocarburos en La Paz y El Alto y los bloqueadores, que inicialmente no pusieron demasiada resistencia, estallaron después, tal vez al darse cuenta de que se esfumaba gran parte de la fuerza de resistencia.
La violencia fue extrema, pero por alguna extraña razón, se considera normal el uso de bala en la represión de “las protestas” – que dicen unos – o “actos vandálicos” – que dicen los otros. Por lo general, últimamente, el operativo de resistencia suele limitarse a lanzar bombas de gas para dispersar e inmediatamente, el uso de armas con fuego real. Muy pocas veces se utiliza el carro Neptuno y apenas hay cargas policiales con material antidisturbio – laques, escudos, pelotas de goma. En países del entorno esa es la dinámica habitual, aunque no faltará quien aplauda la efectividad del uso del fuego real, como si los muertos fueran simples daños colaterales. Nunca viene de más recordar que la responsabilidad moral no se exime por decreto.
El escenario de la negociación es diferente hoy para el MAS, que paga la indolente desconexión del partido con el gabinete, o más específicamente, la subordinación del uno al otro, y que lo ha dejado en estos momentos sin poder, y sin un claro horizonte
Sería prudente revisar el protocolo de actuación, porque evidentemente, nadie quiere más muertos en este conflicto que ya se alarga un mes y que solo tiene una vía de solución: convocar elecciones. Es macabro pensar que el número de muertos se utiliza como un factor de negociación en uno u otro sentido, sobre todo cuando todos parecen estar de acuerdo en la urgencia de electoralizar el país para enfrentar de inmediato un nuevo capítulo histórico y no quedarnos abrazados a lo que podía haber sido, y no fue.
La negociación es tremendamente complicada, y cada detalle es clave. Acelerar el proceso para que haya nuevo Presidente electo el 22 de enero de 2020, como señala el MAS pero también Luis Fernando Camacho o Carlos Mesa, implica entre otras cosas mantener el actual sistema electoral con los ajustes de seguridad pertinentes; nombrar discrecionalmente vocales del TSE y de los TED sin demasiadas exigencias a la meritocracia; dejar en suspenso todo lo que tiene que ver con las Primarias, etc., y hacer una campaña brevísima, pues para el caso, ya estamos en una campaña interminable desde hace meses.
El MAS perdió el Gobierno aquel 10 de noviembre en el que la OEA evidenció el “fraude” y las autoridades no supieron mantener la calma; las renuncias en cascada dejaron vía libre a Jeanine Áñez, e incluso la decisión de no participar en la sesión de la Asamblea del 12 de noviembre en la que salió Presidenta, facilitó esa misma posesión.
Por esa razón, el escenario de la negociación es diferente hoy para el MAS, que paga la indolente desconexión del partido con el gabinete, o más específicamente, la subordinación del uno al otro, y que lo ha dejado en estos momentos sin poder, y sin un claro horizonte, mientras Morales tuitea y concede entrevistas desde México sin acabar de aceptar lo que está pasando.
Convocar elecciones es imperativo, la competencia es de la Asamblea, electoralizar el país y que la “batalla” se libre con las palabras es prácticamente una obligación.
La violencia fue extrema, pero por alguna extraña razón, se considera normal el uso de bala en la represión de “las protestas” – que dicen unos – o “actos vandálicos” – que dicen los otros. Por lo general, últimamente, el operativo de resistencia suele limitarse a lanzar bombas de gas para dispersar e inmediatamente, el uso de armas con fuego real. Muy pocas veces se utiliza el carro Neptuno y apenas hay cargas policiales con material antidisturbio – laques, escudos, pelotas de goma. En países del entorno esa es la dinámica habitual, aunque no faltará quien aplauda la efectividad del uso del fuego real, como si los muertos fueran simples daños colaterales. Nunca viene de más recordar que la responsabilidad moral no se exime por decreto.
El escenario de la negociación es diferente hoy para el MAS, que paga la indolente desconexión del partido con el gabinete, o más específicamente, la subordinación del uno al otro, y que lo ha dejado en estos momentos sin poder, y sin un claro horizonte
Sería prudente revisar el protocolo de actuación, porque evidentemente, nadie quiere más muertos en este conflicto que ya se alarga un mes y que solo tiene una vía de solución: convocar elecciones. Es macabro pensar que el número de muertos se utiliza como un factor de negociación en uno u otro sentido, sobre todo cuando todos parecen estar de acuerdo en la urgencia de electoralizar el país para enfrentar de inmediato un nuevo capítulo histórico y no quedarnos abrazados a lo que podía haber sido, y no fue.
La negociación es tremendamente complicada, y cada detalle es clave. Acelerar el proceso para que haya nuevo Presidente electo el 22 de enero de 2020, como señala el MAS pero también Luis Fernando Camacho o Carlos Mesa, implica entre otras cosas mantener el actual sistema electoral con los ajustes de seguridad pertinentes; nombrar discrecionalmente vocales del TSE y de los TED sin demasiadas exigencias a la meritocracia; dejar en suspenso todo lo que tiene que ver con las Primarias, etc., y hacer una campaña brevísima, pues para el caso, ya estamos en una campaña interminable desde hace meses.
El MAS perdió el Gobierno aquel 10 de noviembre en el que la OEA evidenció el “fraude” y las autoridades no supieron mantener la calma; las renuncias en cascada dejaron vía libre a Jeanine Áñez, e incluso la decisión de no participar en la sesión de la Asamblea del 12 de noviembre en la que salió Presidenta, facilitó esa misma posesión.
Por esa razón, el escenario de la negociación es diferente hoy para el MAS, que paga la indolente desconexión del partido con el gabinete, o más específicamente, la subordinación del uno al otro, y que lo ha dejado en estos momentos sin poder, y sin un claro horizonte, mientras Morales tuitea y concede entrevistas desde México sin acabar de aceptar lo que está pasando.
Convocar elecciones es imperativo, la competencia es de la Asamblea, electoralizar el país y que la “batalla” se libre con las palabras es prácticamente una obligación.