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Gobierno técnico y elecciones

En una jornada poco ortodoxa protocolarmente, pero avalada al detalle por el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), ese mismo tantas veces cuestionado por haber viabilizado la reelección de Evo Morales por la particular interpretación del derecho humano a la reelección indefinida del...

En una jornada poco ortodoxa protocolarmente, pero avalada al detalle por el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), ese mismo tantas veces cuestionado por haber viabilizado la reelección de Evo Morales por la particular interpretación del derecho humano a la reelección indefinida del Pacto de San José, Jeanine Añez fue posesionada como Presidenta Constitucional de Bolivia.

La salida de Evo Morales del país fue el desencadenante que activó los protocolos del relevo, eludiendo un posible bloqueo que los asambleístas del Movimiento Al Socialismo (MAS), que controlaban holgadamente las cámaras con dos tercios, parecían contemplar mientras los restos del oficialismo estudiaban si era mejor ir a la futura elección controlando el proceso desde el gobierno o dejar el espacio a la oposición. Finalmente no hubo tiempo para ese debate.
Es necesario invertir todos los esfuerzos en una transición rápida para electoralizar el país y empezar, entonces sí, a hacer promesas de futuro acordes a lo que cada cual piensa.
A Jeanine Añez le fallan las formas, y no solo tuiteando. Tampoco por la reivindicación bíblica. El reto más complejo que le queda por delante a la nueva Presidenta no es solo impulsar la conformación de un nuevo Tribunal Supremo Electoral (TSE) que debe adecuarse a las normas y que corresponde a la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), sino pacificar el país, y particularmente La Paz, y retornar a los cuarteles a la Policía y al Ejército.

Añez no debe escatimar esfuerzos en hablar para todos, y tampoco debe dejarse llevar por los ánimos exaltados, ni jalear estribillos que acaban resultando hirientes. No todo lo borran las declaraciones grabadas.

El mandato de Añez acaba el 22 de enero de 2020, por lo que es imperioso no acomodarse demasiado al cargo y sus lujos y no perder demasiado tiempo en burocracias. Tampoco en revanchismos acelerados. Es necesario invertir todos los esfuerzos en una transición rápida para electoralizar el país y empezar, entonces sí, a hacer promesas de futuro acordes a lo que cada cual piensa.

En estas circunstancias complejas, es necesario lograr un acuerdo de mínimos con los representantes del oficialismo que todavía permanecen en sus curules con sentido de Estado. Nadie debería mantener las retóricas bélicas como eje de discurso y más bien.

En el tablero público se acaba de librar la pelea por el relato, se busca un final decoroso para el Presidente más relevante e influyente – tal vez junto a Víctor Paz – que tuvo Bolivia en su historia y que no quiere acabar derrotado por la tozudez de la reelección que demasiados le advirtieron.

La economía del país no está en su mejor momento como indica el dato de crecimiento y la coyuntura internacional no es la mejor. Urge, por ende, un gobierno especialmente técnico que viabilice sin demora los programas y proyectos en marcha, y no se pierda en otros asuntos políticos de cara a una inminente elección, que es necesaria para sanear al país, pero sobre todo, para cerrar las heridas abiertas. Cualquiera que equivoque el camino será penalizado.

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