Una salida democrática y pacífica
El presidente Evo Morales indicó verbalmente su renuncia en una conferencia de prensa muy detallada en un lugar seguro de Chimoré y acompañado de sus colaboradores más leales, el vicepresidente Álvaro García Linera, la ministra de Salud Gabriela Montaño y otros cargos de menos rango. Esta...
El presidente Evo Morales indicó verbalmente su renuncia en una conferencia de prensa muy detallada en un lugar seguro de Chimoré y acompañado de sus colaboradores más leales, el vicepresidente Álvaro García Linera, la ministra de Salud Gabriela Montaño y otros cargos de menos rango. Esta vez no fue una declaración corta. Todo lo contrario. Fue una sucesión de palabras entre la reivindicación del Gobierno más largo y estable de la historia de Bolivia y una focalización de culpas entre Carlos Mesa y el líder cívico cruceño, Luis Fernando Camacho, a quien acusó de nuevo de golpismo, una catalogación que tiene, sobre todo, muchas connotaciones en el plano internacional.
Entre la convocatoria de elecciones que anunció al punto de la mañana luego de conocerse el informe demoledor de la Organización de Estados Americanos – que detallaba irregularidades de consideración – y la posterior renuncia, se produjo una cascada de dimisiones y desmarques, tanto de ministros y de asambleístas electos, como de los que están de salida, pero también de algunas entidades “emblemáticas” como la Central Obrera Boliviana (COB) o las propias Fuerzas Armadas.
La violencia y el caos, así como los rumores y la desinformación, se apoderó entonces del país. Desmanes y atentados por doquier, tanto medios de comunicación como en domicilios particulares, advertencias de columnas violentas en uno y otro sentido se registraron fundamentalmente en las ciudades del eje.
Todos los actores dicen tener la convicción de que en la violencia no está la solución, pero ninguno acaba por condenar los gestos de sus partidarios ni por llamar a una pacificación real. La desconfianza entre partes es demasiado grande, y la institucionalidad ha perdido tanta credibilidad que no se pueden encontrar ni siquiera un pequeño grupo de mediadores que contribuyan a la tarea.
Después de una jornada convulsa, Bolivia se fue a dormir sin tener claro que iba a pasar al día siguiente, con alguna remota esperanza de que a alguien se le ocurra una solución viable que acabe por pacificar el país.
Tampoco hay que inventar la pólvora. La solución debe pasar siempre por las ánforas. La solución debe encontrarse en la democracia, en el voto de los hombres y mujeres de este país, que tal vez tenga muchas taras, pero tiene claro que el voto se respeta.
Si los líderes pudieran respirar y alejarse unos segundos, podrían entender que de lo que se trata es de dejar a un lado los enconos y convocar a una nueva elección, con jueces creíbles, con sistemas verificados, y con mucha más dedicación y tolerancia que los últimos comicios.
Es en ese marco y con esa convicción con la que se puede entrar a dialogar todas las aristas. Algunas que ya han quedado por demás resueltas en estas tres semanas de tensión. Bolivia no puede partirse por la mitad, ni una mitad puede comerse a la otra mitad, ni ignorarse. De esta debemos salir todos juntos, como una gran nación que sabe de las cosas importantes más allá de eslogan de campañas y clichés.
El voto se respeta.
DESTACADO.- La solución debe pasar siempre por las ánforas. La solución debe encontrarse en la democracia, en el voto de los hombres y mujeres de este país,
Entre la convocatoria de elecciones que anunció al punto de la mañana luego de conocerse el informe demoledor de la Organización de Estados Americanos – que detallaba irregularidades de consideración – y la posterior renuncia, se produjo una cascada de dimisiones y desmarques, tanto de ministros y de asambleístas electos, como de los que están de salida, pero también de algunas entidades “emblemáticas” como la Central Obrera Boliviana (COB) o las propias Fuerzas Armadas.
La violencia y el caos, así como los rumores y la desinformación, se apoderó entonces del país. Desmanes y atentados por doquier, tanto medios de comunicación como en domicilios particulares, advertencias de columnas violentas en uno y otro sentido se registraron fundamentalmente en las ciudades del eje.
Todos los actores dicen tener la convicción de que en la violencia no está la solución, pero ninguno acaba por condenar los gestos de sus partidarios ni por llamar a una pacificación real. La desconfianza entre partes es demasiado grande, y la institucionalidad ha perdido tanta credibilidad que no se pueden encontrar ni siquiera un pequeño grupo de mediadores que contribuyan a la tarea.
Después de una jornada convulsa, Bolivia se fue a dormir sin tener claro que iba a pasar al día siguiente, con alguna remota esperanza de que a alguien se le ocurra una solución viable que acabe por pacificar el país.
Tampoco hay que inventar la pólvora. La solución debe pasar siempre por las ánforas. La solución debe encontrarse en la democracia, en el voto de los hombres y mujeres de este país, que tal vez tenga muchas taras, pero tiene claro que el voto se respeta.
Si los líderes pudieran respirar y alejarse unos segundos, podrían entender que de lo que se trata es de dejar a un lado los enconos y convocar a una nueva elección, con jueces creíbles, con sistemas verificados, y con mucha más dedicación y tolerancia que los últimos comicios.
Es en ese marco y con esa convicción con la que se puede entrar a dialogar todas las aristas. Algunas que ya han quedado por demás resueltas en estas tres semanas de tensión. Bolivia no puede partirse por la mitad, ni una mitad puede comerse a la otra mitad, ni ignorarse. De esta debemos salir todos juntos, como una gran nación que sabe de las cosas importantes más allá de eslogan de campañas y clichés.
El voto se respeta.
DESTACADO.- La solución debe pasar siempre por las ánforas. La solución debe encontrarse en la democracia, en el voto de los hombres y mujeres de este país,