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El país que habrá que gobernar

El conflicto político ha llegado a un nuevo punto álgido. El motín policial, por mucho que se trate de presentar como una demanda laboral separada, ha acabado por acelerar unos tiempos cada vez más cortos. La convocatoria al diálogo del presidente Evo Morales nació prácticamente muerta...

El conflicto político ha llegado a un nuevo punto álgido. El motín policial, por mucho que se trate de presentar como una demanda laboral separada, ha acabado por acelerar unos tiempos cada vez más cortos. La convocatoria al diálogo del presidente Evo Morales nació prácticamente muerta desde el momento en el que excluyó a los cívicos; más si nadie parece que había negociado siquiera una probabilidad de éxito.

Que el Comandante General saliera a los pocos minutos para dejar claro que los militares no saldrán a la calle contra los bolivianos, y que se fuera con media sonrisa resultó ser inquietante. En cualquier caso, todos los actores políticos han rechazado la propuesta de diálogo y solo el boliviana – coreano Chi Hyun Chung del PDC ha puesto algunas condiciones para que sí se produzca esa reunión. En cualquier caso, ni siquiera está garantizada una mesa que discuta la conformación de otra mesa.

Los caminos parecen conducir irreversiblemente a una violencia que nadie dice querer al mismo tiempo que se llama a “defender el proceso de cambio” o “lograr la renuncia”. La violencia es, en cualquier caso, un capítulo absurdo  que no sumará razones a nadie, pero mucho menos al Gobierno. Es, por tanto, un capítulo que puede ser perfectamente evitable pero que nadie parece querer de verdad eludir.

El problema original sigue siendo estadístico, numérico, informático. El problema original tiene que ver con una institución – el Tribunal Supremo Electoral - que hizo todo lo posible para perder sus últimos restos de prestigio. Desde entonces, el problema se ha enardecido por las declaraciones, burlas y arengas, hasta llegar a niveles insoportables.

Cuando la crisis acabe, que en algún momento acabará, el país necesitará un gobierno y los bolivianos deberán empujar el hombro hacia una dirección en el afán de mantener una senda de crecimiento y desarrollo; en el anhelo de mejores días.

Cuando la crisis acabe, Bolivia seguirá siendo uno de los países más pobres de la región; el de peores servicios públicos; el país enclaustrado que fuimos el último siglo y medio. Pero además, y tal como va “el relato”, seremos además un país de racismo resucitado, de viejos enfrentamientos regionales y hasta de clases enfrentadas en busca de liberación. Todo lo que se decía que habíamos logrado superar.

Es el momento de que primen las ideas razonables, de pensar antes de hablar y de emitir mensajes claros y nítidos, no mensajes que confundan y arenguen a la población y la lancen contra sus hermanos.

Y es también el momento de los líderes. De aquellos que sepan canalizar los deseos y atender las demandas de la población. De aquellos que antepongan el bienestar colectivo a la ambición particular. De aquellos que no se dejen deslumbrar. De los que sepan buscar lo que nos une y huir de lo que nos separa. De aquellos que hagan esfuerzos por superar la adversidad y no anclarse en el pasado. No es tiempo de dejar las cosas en manos de Dios, que ninguna culpa tiene de todo esto, sino de reflexionar y obrar en consecuencia.

DESTACADO.-  El problema original tiene que ver con una institución – el Tribunal Supremo Electoral - que hizo todo lo posible para perder sus últimos restos de prestigio.

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