Bermejo en el atolladero
Ayer fue el día grande para los bermejeños; el día en el que con más frío de lo previsto, celebraron a San Santiago por todo lo alto en una fiesta que en realidad se prolonga casi una semana. Seguro fue un día para olvidar muchas cosas de las que la capital azucarera del triángulo sud...
Ayer fue el día grande para los bermejeños; el día en el que con más frío de lo previsto, celebraron a San Santiago por todo lo alto en una fiesta que en realidad se prolonga casi una semana. Seguro fue un día para olvidar muchas cosas de las que la capital azucarera del triángulo sud viene padeciendo, pues la racha no está siendo buena.
La historia de Bermejo es heroica y estoica. Fundada ahí donde no había nada y todo pasaba; ahí donde se perforó el primer pozo petrolero exitoso en el país; ahí donde el calor marea. En su corta historia como municipio ha visto casi de todo: Dos veces se ha levantado de las crisis petroleras; indefinidas de la volatilidad cambiaria de la frontera, y quién sabe cuántas de la incapacidad de sus gobernantes.
Bermejo lleva en 2019 una racha bastante continuada de infortunios varios, y no parece que vaya a solucionarse en el corto plazo. Ahora mismo padece lo que atinge a la zafra. O mejor dicho, a la no zafra. El negocio del azúcar ha sido un pilar fundamental durante cincuenta años para la actividad económica de Bermejo, y no solo porque sea de los pocos pilares legales, sino porque dinamizaba sectores formales y no formales, al mismo tiempo que activaba la demanda. Se estima que la zafra movía al año unos 10 millones de dólares, sin embargo esa cifra lleva estancada ahí desde hace una década.
IABSA padece los rigores de cualquier empresa productiva fuertemente sindicalizada y que no ha sabido adaptarse a la liberalización del mercado y que con la política salarial de Evo Morales ha entrado en dificultades mayúsculas
IABSA padece los rigores de cualquier empresa productiva fuertemente sindicalizada y que no ha sabido adaptarse a la liberalización del mercado y que con la política salarial de Evo Morales ha entrado en dificultades mayúsculas. Cuando IABSA controlaba los mercados de Tarija, Oruro y Potosí sin oposición alguna y penetraba en La Paz y Chuquisaca, el azúcar bermejeño se ganó una buena reputación por lo dulce y rendidor. Después vino la “privatización” con un canje entre accionistas y trabajadores que nunca fue lo suficientemente transparente. Hoy por hoy la industria es una incógnita obsoleta, sin capital, sin posibilidades de renovar su maquinaria y con muy pocas probabilidades de salir adelante por sí sola. Ningún trabajador de los que bloquea y exige sus salarios tiene la más mínima intención de hacer de IABSA una “empresa social”, precisamente porque sabe su estado real.
Si no arranca la zafra en breve, Bermejo perderá un ingreso que pasa por ser fundamental para activar el flujo del mercado interno, ahora que los argentinos andan con problemas cambiarios – solo eclipsados por la campaña electoral – y que la subgobernación de Bermejo no parece acabar de dar con la tecla para recuperar sus niveles de incidencia y popularidad para activar algún proyecto que genere dinamismo.
El problema vital de Bermejo no es su frontera, ni el riesgo potencial que implica que al otro lado se haya organizado el poder con intervención estatal; el problema es la falta de oportunidades laborales; la imposibilidad de atisbar un futuro diferente. Y eso es mucho enemigo.
La fuerza de Bermejo reside precisamente en su resistencia, pero bien valdría que desde el Gobierno se pusieran manos a la obra para atender una región que lleva haciendo patria de la mano de Dios hace muchas décadas.
La historia de Bermejo es heroica y estoica. Fundada ahí donde no había nada y todo pasaba; ahí donde se perforó el primer pozo petrolero exitoso en el país; ahí donde el calor marea. En su corta historia como municipio ha visto casi de todo: Dos veces se ha levantado de las crisis petroleras; indefinidas de la volatilidad cambiaria de la frontera, y quién sabe cuántas de la incapacidad de sus gobernantes.
Bermejo lleva en 2019 una racha bastante continuada de infortunios varios, y no parece que vaya a solucionarse en el corto plazo. Ahora mismo padece lo que atinge a la zafra. O mejor dicho, a la no zafra. El negocio del azúcar ha sido un pilar fundamental durante cincuenta años para la actividad económica de Bermejo, y no solo porque sea de los pocos pilares legales, sino porque dinamizaba sectores formales y no formales, al mismo tiempo que activaba la demanda. Se estima que la zafra movía al año unos 10 millones de dólares, sin embargo esa cifra lleva estancada ahí desde hace una década.
IABSA padece los rigores de cualquier empresa productiva fuertemente sindicalizada y que no ha sabido adaptarse a la liberalización del mercado y que con la política salarial de Evo Morales ha entrado en dificultades mayúsculas
IABSA padece los rigores de cualquier empresa productiva fuertemente sindicalizada y que no ha sabido adaptarse a la liberalización del mercado y que con la política salarial de Evo Morales ha entrado en dificultades mayúsculas. Cuando IABSA controlaba los mercados de Tarija, Oruro y Potosí sin oposición alguna y penetraba en La Paz y Chuquisaca, el azúcar bermejeño se ganó una buena reputación por lo dulce y rendidor. Después vino la “privatización” con un canje entre accionistas y trabajadores que nunca fue lo suficientemente transparente. Hoy por hoy la industria es una incógnita obsoleta, sin capital, sin posibilidades de renovar su maquinaria y con muy pocas probabilidades de salir adelante por sí sola. Ningún trabajador de los que bloquea y exige sus salarios tiene la más mínima intención de hacer de IABSA una “empresa social”, precisamente porque sabe su estado real.
Si no arranca la zafra en breve, Bermejo perderá un ingreso que pasa por ser fundamental para activar el flujo del mercado interno, ahora que los argentinos andan con problemas cambiarios – solo eclipsados por la campaña electoral – y que la subgobernación de Bermejo no parece acabar de dar con la tecla para recuperar sus niveles de incidencia y popularidad para activar algún proyecto que genere dinamismo.
El problema vital de Bermejo no es su frontera, ni el riesgo potencial que implica que al otro lado se haya organizado el poder con intervención estatal; el problema es la falta de oportunidades laborales; la imposibilidad de atisbar un futuro diferente. Y eso es mucho enemigo.
La fuerza de Bermejo reside precisamente en su resistencia, pero bien valdría que desde el Gobierno se pusieran manos a la obra para atender una región que lleva haciendo patria de la mano de Dios hace muchas décadas.