El misterio

¿Fue acaso su propio destello, lo que le permitió ser percibida? En este centro de retiro, la mañana brilla con majestuoso fulgor sobre el horizonte; en la atmosfera algo flota que genera aleteos en su espacio mental, dejando tras de él una estela de sensaciones indescriptibles. Sale...

¿Fue acaso su propio destello, lo que le permitió ser percibida?

En este centro de retiro, la mañana brilla con majestuoso fulgor sobre el horizonte; en la atmosfera algo flota que genera aleteos en su espacio mental, dejando tras de él una estela de sensaciones indescriptibles.

Sale por un momento a caminar por la floresta, y en su andar encuentra a una mujer vestida de negro, con un cuerpo radiante que porta un collar extraño. Al acercarse, sobresaltado, se da cuenta que son cuencos con rostros humanos, los cuales le penden desde los hombros hasta la cintura. Mientras se acomoda el cabello que cae salvajemente por su espalda, su mirada penetrante activan en él un flujo de una energía inusitada.

De pronto, el maestro toca el gom; está sentado en el zafu, ¡No sabe cómo llego ahí! sus facultades sensoriales no entienden qué pasó e intentan convencerle de que fue una alucinación.

Inhala… y exhala…

En medio de su práctica meditativa, abre los ojos y la ve nuevamente enfrente de él, como si fuera la sombra misma del maestro, deja reposar su mente, trata de descifrar este misterio, de encontrar respuestas; ¿Esta mujer es una deidad femenina, o una fantasía provocada por la meditación en la que estoy inmerso?

Un profundo silencio lo invade, y poco antes del anochecer, nota que ella sigue ahí, parece esperarlo en el jardín. Con un impulso inspirador camina descalzo sobre la tierra húmeda; al aproximarse la observa danzar y los extraños movimientos de sus manos hacen que desaparezca súbitamente cual ráfaga de luz, y el rastro que deja a su paso lo conduce a un viaje interior que clarifica su entendimiento.

Se ha abierto el camino, ha recibido la sabiduría que va más allá del intelecto; un conocimiento para trascender los convencionalismos del ego.

Inhala… y exhala…

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