Hidrocarburos, el mundo feliz de Sánchez

El Instrumento Político a principios de siglo era tan poderoso y abierto y generaba tanta expectativa que casi todas las banderas se podían levantar en ese espacio de esperanza y revolución que se percibía. Cuando los estrategas le dieron forma, un puñado de ellas fueron las que acabaron por...

El Instrumento Político a principios de siglo era tan poderoso y abierto y generaba tanta expectativa que casi todas las banderas se podían levantar en ese espacio de esperanza y revolución que se percibía. Cuando los estrategas le dieron forma, un puñado de ellas fueron las que acabaron por vislumbrarse como estructura básica del MAS, sin menoscabo del resto. Tres de ellas eran la Soberanía Nacional, el Pachamamismo y el Indigenismo.

Es verdad que dentro del Instrumento había discrepancias en los enfoques y los debates eran vivos, las ideas fluían. Eran tiempos de dignidad nacional, también de concesiones. El MAS arrasó en 2005 y en 2006 arrancó la transformación con las políticas que no podían esperar a una nueva Constitución. Era el caso, por ejemplo, de los Hidrocarburos.

En la nacionalización de los Hidrocarburos de 2006 se hablaba de Soberanía y de Dignidad, se hablaba de la Madre Tierra y se hablaba de un futuro con el Estado y sus materializaciones físicas en el centro del poder y de la toma de decisiones. Hoy se habla solo de plata.
En la nacionalización de los Hidrocarburos de 2006 se hablaba de Soberanía, de Dignidad, de Madre Tierra y de futuro. Hoy solo se habla de plata
El informe del Ministerio de Hidrocarburos y todas sus empresas de ayer en Yacuiba es, básicamente, un compendio de números, millones de dólares, energías positivas, y fe. Todo está bien en el sector según sus ejecutivos, aunque se haya desdibujado aquello del “corazón energético de Sudamérica” y nadie sepa señalar cual es el camino por el que Bolivia debe transitar en la coyuntura actual y con los datos y realidades actuales.

Sánchez culminará – salvo sorpresa – toda la legislatura al lado de Evo Morales y se convertirá en uno de los Ministros de Hidrocarburos más longevos del país. En sus cinco años ha logrado disciplinar a todas las subsidiarias y ha puesto bajo su control a la mismísima YPFB, tan distinta ahora a cuando Carlos Villegas ejercía la Presidencia.

Por estrategia o por política, o porque así son las relaciones internacionales, Sánchez no puede decir que las cosas están negras con Brasil - donde Bolsonaro y sus secuaces no tienen la menor intención de dar un solo respiro al “bolivariano” Evo Morales – y peor con Argentina, quien ya presionó tanto como para recortar sustancialmente sus obligaciones contractuales y aún así parece insatisfecha. En cualquier caso, esto es política y no depende del Gobierno de Bolivia ni de sus ciudadanos.

Lo que sí depende del Gobierno de turno es llegar a los momentos cruciales bien o mal preparados. En 2006, en 2010 e incluso en los años del propio Villegas, existía un objetivo de industrialización y soberanía. En la actualidad no hay certezas, y no las hay porque las reservas no permiten materializar los sueños trazados.

Y sí, es el Gobierno quien debía haber asegurado el éxito en la exploración de reservas, sea a través de la acción directa, que en 13 años sigue siendo desdeñada, bien  a través del poder legislativo y de control a las grandes transnacionales que siguen lucrando en Bolivia. Pero no. El Gobierno ha optado por el camino de agresión a la Pachamama vía exploración en Reservas Naturales – defendida a capa y espada por sus autoridades – o bien por la vía del fracking – aprobado primero e ignorado en los informes después.

Tiempos desesperados pueden justificar medidas desesperadas, pero en el mundo feliz de Sánchez, resulta incomprensible la adopción de medidas de ese calibre luego de haber extendido por el mundo entero la vocación medioambientalista de Evo Morales. Algo, evidentemente, no cuadra.

 

 

 

 

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