Me duelen las fronteras

Me duelen, me sangran y no puedo evitar preguntarme, cuestionarme mis actitudes e intentar cambiar. Me duelen las fronteras. Acabo de volver a casa luego de un viaje en colectivo (bus) que me hizo volver a notar un hecho que me ronda en la cabeza desde hace tiempo. Distraída viendo las luces...

Me duelen, me sangran y no puedo evitar preguntarme, cuestionarme mis actitudes e intentar cambiar. Me duelen las fronteras.
Acabo de volver a casa luego de un viaje en colectivo (bus) que me hizo volver a notar un hecho que me ronda en la cabeza desde hace tiempo. Distraída viendo las luces pasar por la ventana, me llamó la atención una señora peruana que se sentó en diagonal saludando a la señora de al lado, claramente argentina, con un educado y cálido “Buenas noches”. Me chocó la mirada que le devolvió su vecina al darse cuenta que era extranjera y me llevó a preguntarme si la reacción hubiera sido la misma frente al saludo de una europea. En mi cabeza un “Buenas noches” se responde con otro “Buenas noches”.

Quizás suene pedante decir que sentí lo que pensó la señora argentina, pero realmente no importa porque lo que me duele es pensar que pensó eso, luego de haberlo escuchado de tantos compatriotas. Ese discurso de “vienen a robarnos el trabajo”, “a traer drogas”, “a armar villa miserias”. ¿Por qué siempre pensamos lo peor? A veces es acertado preguntar, observar y pensar sin “meter a todos en la misma bolsa”, como no nos gusta que hagan con nosotros. Ese discurso separatista, de persona que juzga sin saber, sin preguntar…. Y aquí sueno de nuevo pedante y juzgadora, pero es que me duelen las fronteras.

Mejor dicho, me duele ese uso de las fronteras, porque después de todo no sé si puedo adjudicarle la culpa a ellas. Podría decir que las tres somos latinoamericanas, que somos del mismo continente y, aún más radical, que somos del mismo mundo. Pero evidentemente no lo somos porque en el de la señora educada un “Buenas noches” se responde con otro “Buenas noches”. En el de su vecina de asiento, primero se mira de dónde vienes. No me lo creo porque sé que no es cierto. Somos lo mismo, somos uno.

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